viernes, 27 de septiembre de 2013

No se mueven ni las piedras....

Corria el año de nombre 2013, quinto de la crisis que asolaba España, el día siete del octavo mes y me encontraba en el atrio del Santuario de Santa María de Guadalupe, tomé un poco de aire y busqué alrededor a mis acompañantes, ¡Ja, acompañantes! Me dejaron solo en cuanto pudieron, total por pararme a comprar la coca-cola zero a la que en ese instante quitaba su último hálito de vida, busqué dónde depositar sus restos mortales pero no encontré sitio alguno y opté por guardar la lata en uno de los numerosos bolsillos de mi pantalón de camuflaje (Con las veces que prometí no volver a vestir nada de color castrense...he ahí el valor de la palabra dada desde el rencor y el resentimiento...)

Encaminé mis pasos hacia la Mayordomía y atravesé sus puertas encontrando cobijo del sol que comenzaba a cobrarse con renovado esfuerzo en forma de sudor, mi atrevimiento por beber liquido. Unas grandes vitrinas con recuerdos cubrian las paredes y una caja registradora presidia la estancia con una señora en lo alto, para ser más exactos detrás; descarté hacer la visita guiada y se la recomendé a mis acompañantes por ser ellos nuevos en la veneración a la Patrona de Extremadura, esperé apenas unos minutos en la cola de acceso al patio para subir al Camarín de la Virgen y empecé a escuchar voces extrañas que no entendía, giré el cuerpo lentamente hacía atrás (todavía puedo...) y observé a una pareja de alemanes que conversaban animadamente sin quitar la vista del techo, pensé que eran alemanes pero pudieran ser holandeses, austriacos, o bielorrusos, de donde seguro que no eran, era de Abertura, por un suponer..., ni de Zorita, ni El Escurial, ni siquiera parecian de Miajadas por ser esta, ciudad grande, populosa y cosmopolita, eran alemanes por la gracia divina y por mi santo parecer. Delante de mí una abuela pugnaba por mantener a uno de sus nietos con la debida compostura, sin lograrlo por cierto, mientras su hija, se apoyaba en el carrito de un infante aún más pequeño y otra nieta de la primera buscaba el móvil en la mochila no fuese que le hubiesen enviado un twitter, un tuenti, un facebook o cualquier otra misiva sin que se enterase y no era plan...

Comenzamos el ascenso por un largo pasillo que muere en el Patio Mudéjar sin que la correlación de puestos se viera alterada, delante la familia, yo a continuación y mirando mi nuca los alemanes, al llegar al Patio ví una especie de pajarillo negro que colgaba de un saliente de la columna y me fijé con detenimiento para comprobar que aquello lejos de ser un pajarillo, no era otra cosa que un murciélago, los pajarillos se apoyan en las patas y aquel colgaba de las suyas, allí estaba, con sus dientecinos y ojillos saltones meciendose al socaire de la brisa que corria por lo que allí llaman Glorieta del Lavatorio, fué grande mi susto y mas grande el del alemán cuando después de acariciarlo con un dedo el individuo desplegó sus alas nervudas y abrió la boca no sé si amenazante o protestando y volvió a su estado inicial, ( me refiero al murciélago..., no al alemán) Fruto de la inercia y de mi instinto de conservación le indiqué al tipo, que aquellas cosas no se tocaban no fuera que en un arranque de cariño el murcielago me mordiera a mí y no al instigador de sus pesadillas. El alemán sonrió y zafandose de su compañera, que casi se le encarama en todo lo alto, dijo -- ¡Danke!-- en un primer momento creí que me llamaba tanque, pero ya no estaba tan gordo, había perdido en la primavera un par de kilos y mi figura esbelta así lo atestiguaba, así que pensé que era su forma de decir: Gracias. Ya ves tú, con lo fácil que hubiera sido decirlo y ya está. Continuamos por la galeria, observando el templete y cuantas maravillas alcanza la vista en semejante espacio.

Llegamos a una sala grande en las que se inician la subida al camarin de la virgen, allí nos disgregamos todos, sobre todo el niño, Gonzalo era su nombre, ¿Porqué lo sé? Algo tendría que ver que su abuela lo estuviera gritando a cada instante.

Comenzamos la ascensión con la misma correlación de fuerzas y la misma banda sonora, ¡Gonzalo, ven aquí!, ¡Gonzalo estate quieto! ¡Gonzalo, Gonzalo! Notaba detrás de mí como los alemanes subian si dejar de mirar el techo, que no digo yo que no sean unos techos magnificos, pero...con tanta maravilla... De repente algo interrumpió aquella algarabia, dando saltos de escalón en escalón, bajaba un trozo de piedra oscura, brillante como mármol pulido y redonda, dió tres o cuatro botes y pasó junto a mí sin que mis precarios reflejos atinaran a cazar semejante pieza, no así el alemán que presto estiró su brazo y con un movimiento decidido atrapó la piedra para asombro de la concurrencia y de la alemana que creo yo desconocia aquella habilidad en su pareja, El alemán cogió la piedra y la miró y luego empezó a mirar al techo y con él su pareja, y con su pareja empezamos a mirar todos al techo, el alemán empezo a hacer gestos como buscando el centenario alojamiento de aquel trozo de historia, todos buscamos de donde había salido aquella piedra, intentado resolver el enigma más peliagudo al que nos hubieramos enfrentando en nuestras vidas, bajé la mirada apenas un instante para ver riéndose a la anciana abuela de Gonzalo, aquello no era reirse aquella buena mujer apenas podia sostenerse apoyándose en la balaustrada de la escalera, me sonreí pues tenia una risa contagiosa y dirigiendose a mi, apoyó una de sus manos en mi antebrazo y me dijo de manera confidencial: ¡Por favor, digaselo usted, que no es una piedra de aquí, que la traia Gonzalo de la calle y se le ha caido! Entonces fuí yo el que necesitó apoyo y convulsioné de la risa y como pude le dije: ¿Qué le parece si no decimos nada y dejamos que sigan buscando...? Redoblamos las risas, pero de una manera discreta, pues no es sitio aquel que inspire jolgorio e intentamos recuperar el recogimiento que merece el lugar, seguimos subiendo y atrás quedaron el alemán y su pareja mirando al techo, mientras Gonzalo tiraba de la camiseta del alemán y le decia con gestos claros y universales que le devolviera la piedra que aquella era suya y no deseaba que formara parte del patrimonio de la humanidad.

El alemám comprendió el equivoco y chapurreando en su idioma se lo explicó a la alemana y ambos subieron de nuevo hacia el camarin de la virgen donde estaba la abuela de Gonzalo atendiendo las explicaciones del monje como si nunca hubiera pasado nada, hasta Gonzalo con su corta edad permanecia callado y quieto, atento a lo que allí se decía, eso si sujetando firme la oscura piedra entres sus cortos y gordinos dedos

MI fé es precaria, es más respeto por lo que creyeron mis mayores, pero aquel día descubrí un motivo más para apreciar las creencias de los que vinieron antes de mí a venerar esta imagen en este recinto y es que para que en este sitio se mueva una piedra hay que traerla de fuera.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Doscientas pesetas


                                                    Por: Daquella manera en flick



Cuando eres niño…, quiero decir que cuando eres un ser humano de edad reducida, y de reducida altura…se pone uno, retos y desafíos más bien estúpidos. Ahora cuando somos talluditos la verdad es que también pasa… y un reto y un desafío fue lo que pasó aquella bonita tarde de primavera en la que los siete amigos que conformaban la banda decidimos dirimir una disputa sin importancia, con una apuesta.
Había cerca de donde vivíamos una antigua casa a la que llamaban “la telegrafía”, curiosamente en ella se habían albergado hasta no hacía mucho tiempo los servicios de telégrafos, que cosa más curiosa y a la vez coherente… Era un edificio imponente (impotente es otra cosa…) con unos ladrillos bien perfilados y un granito sólido y frio, pero que ya nos dejaba adivinar aun siendo niños que las cosas si no se cuidan se echan a perder, empezaba aquel edificio a mostrar huellas del deterioro y abandono y por eso era tan atractivo para unos niños como nosotros aventurarnos en su interior y jugar al escondite o a lo que cayera... y nunca mejor dicho: lo que cayera…
Era el chileno, oriundo de chile, lógicamente. El tipo era delgado y nervudo, moreno y con unos ojos vivarachos que no se estaban quietos, como él, que tampoco paraba en rama verde…El chileno tenía una bici americana, no de Chile, si no americana de las que no tenían frenos y se paraban dando pedales hacía atrás. La bicicleta y el hecho de ser Chileno le confería un halo de magia que a todos admiraba y causaba estupor. Además de la musicalidad con la que hablaba que nos dejaba a todos ensimismados, pendientes de aquella extraña para nosotros forma de comunicarse, con tanto respeto y dulzura ajeno todo ello a nuestro modo de conducir nuestras relaciones sociales…que se basaban básicamente en : ¡Eh, Tú! Y poca cosa más…
Aquel día de verano los mayores habían hecho una hoguera, como para celebrar las fallas pero sin tener que ver nada con aquellas, el refugio era un remanso que había entre cuatro árboles y en el que nos contábamos mil cosas los unos a los otros, por eso surgió de manera que nadie sabría decir cómo pero de repente estaba diciendo el Chileno:
-Si me subo a la ventana del primer piso de “la telegrafía” me dais cien pesetas. —Dijo mientras señalaba el edificio que se encontraba a unos cien metros.
-No tienes lo que hay que tener- Le contesto Joaquín, diciendo esto mismo pero utilizando palabras menos finas…, y mucho más contundentes…
Joaquín, que era el único que podía tener aquella fortuna, sacó las cuatro monedas de veinticinco pesetas y las puso cuidadosamente en una piedra que hacía las veces de mesa y el chileno sacó dos monedas de veinticinco y una de cincuenta. A nadie se le debe escapar que esto hacía también las cien pesetas y me las dieron a mí que desde siempre he engañado a la humanidad con mi cara de hombre serio y formal…, sin serlo, o al menos no tanto como parece… Que si, que no, y en el siguiente instante el Chileno empezó a caminar hacía “la telegrafia”…,
-¡Eh ¡¿Cómo sabemos que has estado en el primer piso?—le preguntó uno que ya debía ser pájaro viejo…
-Cuando esté en el primer piso me pondré en la ventana y encenderé el mechero…--Dijo el chileno, y como era casi noche cerrada nos pareció bien.
Pues hacia la telegrafía que se fue el temerario, dejamos de verle entre las puertas y unos bidones, estábamos todos expectantes y si alguno hubiera tenido la mala leche de soltar allí mismo un grito por lo menos más de dos se habrían caído fulminados al instante, o por lo menos yo me habría caído dos veces…, seguro, pero no se le ocurrió a ninguno y seguimos pendientes de ver si se encendía la lucecita.
--¿Joer, a que me gana las cien pesetas el mendrugo este…? – Dijo Joaquín temiendo… con fundamento, por su pequeña fortuna.
--Di, di, di, dicen que hay seres extraños en, en, en el primer piso.- Dijo el miedoso en código Morse por aquello de “la telegrafía”…
De repente se hizo la luz en el primer piso, levemente y por muy poco tiempo, pero lo suficiente como para que todos viéramos que “el chileno” no estaba solo, al lado de él y ligeramente detrás había una figura humana inmóvil pero yo creo que era lo único inmóvil porque se volvió a encender la luz del mechero y pudimos ver como “el chileno” se había dado la vuelta y escrutaba el primer piso en busca de aquella extraña presencia. No pudimos ver nada más, pero oír si que oímos…, porque a continuación se oyó: --¡Ay, madre mía! – Sin acento alguno…, ni musicalidad ni leches. Y en el momento siguiente entre la oscuridad un bulto sospechoso que salía por la ventana, yendo a caer en un montón de tierra.
Hay ocasiones en la vida que no alcanzas a entender el porqué de las cosas y yo nunca entenderé cual es el resorte extraño que consigue poner de acuerdo una gran cantidad de personas en hacer lo mismo en el mismo instante, todos nos levantamos del mismo sitio y emprendimos una carrera alocada por aquella oscuridad infinita atropellándonos unos a otros sin miramiento alguno y sin hacer caso a los gritos que profería “el chileno” desde la lejanía…, ¡Volved cabrones…, ayudadme que me he joio la pierna!
No pudimos ver ni oír nada más pues hubo una desbandada general y cada cual tomó el camino que la providencia tuvo a bien aconsejarle siendo el más utilizado el más corto que llevaba a casa…, cada uno a su casa. Aquella noche y las siguientes no pude pegar ojo, pensando en la figura inmóvil, pero una tarde decidimos ir a casa de “el chileno” por si él, que estaba cerca tenía más datos acerca de aquella misteriosa figura, cuando su madre nos vió aparecer, nos hizo pasar a la habitación de su hijo y pudimos ver al “chileno” con la pierna en alto, escayolada y con un tebeo de Mortadelo y Filemón por única compañía.
Nos miró de arriba abajo y sin pestañear extendió su mano derecha en dirección a Joaquín y dijo con el más bonito de los acentos: -¡Mis doscientas pesetas!

miércoles, 7 de septiembre de 2011

LADESEADA



Siento mi respiración...,¡oigo mi respiración!. El agua baja por mi mejilla cuando aspiro y lleno mis pulmones, cuando suelto el aire, mi cuerpo..., mi cabeza desciende. Controlo el caudal para no sumergirme y relajo mi cuello, muevo un poco las piernas y vuelvo a estar horizontal, no oigo bien, apenas un leve murmullo de voces humanas que no dicen nada inteligible, siento de nuevo el aire por mi nariz y nuevamente el empuje que saca mi cabeza unos milimitres del agua...y mi “tripita”, claro...

Mantengo los ojos cerrados y veo manchas con formas parecidas a espermatozoides moverse, las persigo y se van, quizás éste estado es una vuelta a los origenes...Abro los ojos y el color azul lo invade todo, un suave tono violeta salpicado con partes blancas y un destello enorme a la izquierda, ¡No! Ahora es a la derecha, vaya no me dí cuenta..., pero estoy girando.

Vuelvo a consumir aire, y una gran paz invade mi alma, un frescor suave, relaja mis musculos..., ¿musculos? Bueno lo que haya de ellos...y entonces ocurre. Un golpe seco en la cabeza me sumerge en el agua, mis narices son invadidas por el liquido elemento, y todo mi cuerpo se pone alerta impulso los brazos hacia abajo buscando regresar a la superficie y logro sacar la cabeza , expulso el agua de mi boca, pareciendome a un caballo protestón, y entonces le veo.

¡Joer!-Logro decir entre toses-
¡Chachooo, no te habia visto...! ¿Pooos..., y cuando habeis venio...? me dice la parte de una cabeza, ligeramente conocida...

Y ahí se acaba mi corto viaje astral en las aguas “tranquilas” de la piscina, paradojas, casi muero por hacer el muerto..., en la piscina...

¡Muy bonita por cierto! (De nombre ladeseada. Así, todo junto..., por que pudiera ser también: “La de ese hada”, pues sin duda hubo algo de magia...)

lunes, 25 de julio de 2011

¡Coge más, coge más!

Debido a que recientemente he tenido que interesarme por las costumbres de sitios muy lejanos, llegó a mi conocimiento (bastante escaso de por si....) que en cierto sitio de Europa se acostumbra a decir una sola vez las cosas; de manera que si te preguntan que si quieres otro plato de lentejas y dices que no, es que, no; y no insisten, no como en Extremadura que es costumbre insistir varias veces..., sobre todo si son lentejas..., pues con el cordero no pasa lo mismo..., bueno, si, también se insiste..., pero menos....

Pues este dato que enriqueció mi experiencia vital, ya de por sí exigua..., me trajo otra que me ocurrió en Extremadura, y que ilustra como pocas podrían hacerlo la costumbre de insistir y de hacerlo la mayoría de las veces con la vana esperanza de que no le hagan caso a uno....

En una de mis estancias estivales en tierras Extremeñas, pude saludar a un pariente..., los lazos que nos unen no importan pues además de carecer de solidez no son particularmente reseñables....pero era mi primo. Estaba apoyado en un formidable muro de piedra, al resguardo del sol, lógicamente en la sombra, una apacible mañana de agosto en la que a las nueve y media ya es temeridad ponerse al sol más de lo que el buen juicio aconseja y pasó mi pariente por la misma calle intentando cubrirse como yo del picajoso sol que con fuerza anunciaba un día de los de ¡Valgame el cielo...!

-Buenos días, primo- Me dijo, poniéndose una mano delante para evitar que el astro rey le dejara ciego en un descuido.

-Buenos días, ¿De ande vienes tan tempranoooo...? -conteste yo, de mala manera, pues debe ser una especie de mecanismo el que nos induce a mimetizarnos con el medio, pues yo de toda la vida he dicho: ¿De donde vienes...? y nunca he añadido más vocales que las estrictamente necesarias a mi imprescindible necesidad de comunicación. Pues eso, que sin saber como ni porque estaba intentando imitar a mi primo en vez de hablar como toda la vida..., y encima haciéndolo mal porque el habla rotundo y con gracia de nuestra tierra o sale, o no sale, pero si se fuerza, parece que se están cachondeando de uno....

-Pues mira de dar una vueltina, y me he encontrao a tio Caguin y me ha dao unos higos que estaba cogiendo- dijo mi primo abriendo una bolsa de plástico que llevaba y mostrándome el contenido.

-Pos si que tienen buena pinta...- Insistiendo..., si yo siempre digo “Pues”...- Con lo que me gustan a mí los higos...- dije tirando la caña...

-Pos no sé paqué se los he cogio, bueno si que lo sé; por no discutir con él, porque tengo yo dos higueras en mi patio que están que se vienen abajo...y esos si que son higoooos, cuando quieras vas a coger unos pocos que los pruebes..., esos si que son higos.- Dijo mi pariente apoyándose en el muro, quizás buscando el poco frescor que albergaban aun las piedras...

¿Pues no sé...? ...porque estos tienen una pinta...-Lo que hizo falta que dijera...otra cosa, no, pero dudar de una verdad que te están diciendo es como mentarle a uno la madre...

-Tú vete dentro un rato, que ya estará la mujer levantá y la dices que vas a recoger unos pocos que yo tengo que ir a hacer unos recaos y no voy a estar en toa la mañana, y coges los que quieras.

Pues uno que no tiene mucho que hacer en esos días de estival asueto, valoré el plan para pasar la mañana que me proponían y conseguí..., no sin esfuerzo..., vencer mi natural timidez y después de coger dos bolsas llamar a la puerta de mi primo.

-Buenos días, Rosa, que me ha dicho el pariente que me pasara por aquí y que cogiera unos higos de los del patio..., que me iba a enterar de lo que es bueno, que ya estarías levantá...- dije del tirón si darme cuenta de lo bocazas que soy la mayoría de las veces...


Amos, levantá, dice..., pues no llevo yo ya dando patás por la casa que casi lo tengo to hecho..., la comia me quea ná más..., este hombre...encima que no ayua en ná, no hace na más que hablar excusao..., el joio insignificante....- Empezando a darme cuenta de la magnitud del error...

Me hizo pasar apartando la cortina de canutillos verdes que trataba de impedír que pasaran las moscas, pero que no lo lograban ni con las moscas, ni con los moscones.... - ¡Mira, mira que higos! súbete ahí y coge tos los que quieras que este no se los va a comer en to el verano...que tiene una joia ansia....

Y yo que no puedo hacer caso omiso a ninguna orden hecha por ninguna mujer de la comarca...me subí al taburete y empecé a coger los higos más gordos y con el color verde más bonito que había visto jamás, y que desgraciadamente creo no volveré a ver..., digo empecé porque después de un rato ya cogía hasta los chiquinios... La cuestión es que cuando llevaba cogidos una generosa ración hice ademán de bajarme y dije tímidamente: -Bueno pues yo creo que con estos para probarlos ya tengo...- mientras Rosa se giraba y miraba la bolsa.

-¿Que dices...? Amos no cuentes chistes..., coge ahí higos que este no se los come y cuando volvamos a venir están todos en el suelo... Dijo si dejarme lugar a resistencia alguna..., así es que volví a coger más higos... parándome y mirándola de vez en cuando, sin que en ningún momento dejara de repetirme: ¡Coge más, coge más!

Hasta que no tuve las dos bolsas llenas de los mejores higos que he visto y probado nunca, Rosa no dejó de insistir en que cogiera más, creo yo que no le perdonaba a mi pariente el poco reconocimiento a la sacrificada labor hogareña que realizaba ella todos los días...al parecer después de las nueve y media...según algunas fuentes....poco creíbles.

Pues nada, me baje del taburete y cogí las dos bolsas: y de nuevo apartó Rosa la cortina de canutillos, facilitando la salida del moscón, esta vez cargado hasta arriba. -Toma unos pocos Rosa, que yo no quiero tantos.., - Sin poder evitar que me creciera un poco la nariz....

-Que he dicho que no..., si este coge alguno cuando se acuerda y los demás se acaban estropeando....- Dijo mientras me daba empujones para que me fuera con el preciado tesoro.

Pues buscando la poca sombra que las casas de la comarca regalan a estas alturas del verano, me fuí con un pasino detrás de otro y al doblar la esquina tuve la mala suerte...(quiero decir la fortuna...) la buena fortuna.., de encontrarme con mi pariente, al que ó bien se le habían dado muy bien los recados que debía hacer o que (Sería lo más probable...) la joia ansia por los higos me había ocupado demasiado y yo bien creo que era esto último...

-Muy buenas..., -pude decir venciendo mi instinto de esconder los higos detrás mio, como si fueran la prueba del delito..., y yo bien creo que algo de delito había.

Mi pariente, a la vez que primo mío..., empezó sonriendo, pero a medida que fue viendo las dos bolsas hasta arriba de higos se le puso una cara como de contrariedad, que no sabría explicar...Miró a tio Cagüin que estaba junto a él con un platao de higos, (imagino yo que de otra higuera, porque la de mi primo se había quedado para pocos trotes...) Y señalándome a mi dio un golpe de cabeza en mí dirección.

-Que le parece tío Cagüin, como afina aquí el pariente, que le digo que vaya a por unos poquinos de higos y apoco se trae hasta la higuera...- dijo mi primo a tío Cagüin, pero dada la exacerbada sagacidad que me caracteriza, yo creo que lo decía por mí.

Nooo, pos dejalo que como se los coma tos no caga arena...!--Dijo esto como intentando ayudar...,bastante poco... por cierto.

-¡No, si es Rosa que ha insistido tanto....,! Vamos que no me dejaba venir con unos pocos..na más – empece a imitar por ver si servia de algo, pero yo creo que no....-- Toma llevate esta bolsa y por lo menos te ahorras el trabajo de cogerlos...

-¡Amos anda, si los has cogio tú, tu te los comes..., Ahora que como no te los comas la vamos a tener...--Yo creo que era broma porque se estaba riendo, no se si por la broma o porque se imaginaba que me los comería todos...con las consecuencias lógicas de un atracón de higos...

-Cómo dijiste que los tuyos eran tan buenos que no tenían ni punto de comparación ni con los de Tio Cagüin...- Y me fuí calle alante sin preocuparme de la sombra ni de ná..., eso sí atrás los dejé tratando de demostrar que cada uno poseía los mejores higos que una higuera pudiera dar, y a fe mía que comiéndolos con moderación, los de mi pariente me hicieron muy feliz..., si señor, muy feliz.

-¡Coge más. Coge más!---¿Joer, en que quedamos?

lunes, 25 de abril de 2011

Porque me pasó a mí, si no, tampoco me lo creo...

Cualquiera que haya leído algo de lo que he escrito sabe de mis sentimientos hacia los animales, yo lo llamo “repeluco”, pero algunos dicen sin ambages que es miedo, yo no diría tanto…pero algo de fuerza de voluntad he de imponerme para siquiera soportar estar al lado de alguno, el porqué de este breve recuerdo se hace necesario para la comprensión de lo que paso a relatarles.

En esta primavera, provocadora como todas de la Astenia primaveral..., pues si fuera en otra estación seria invernal o incluso veraniega, recordé los acontecimientos acaecidos no hace mucho y que me llevaron a una superación; como no hubo nunca de mis limitaciones ante el repeluco.

Hacía días que los árboles recién podados se empezaban a adornar de pequeñas hojas verdes, la luz del sol, sobre todo de día, empezaba a repartir ánimo y dicha entre los mortales sufridores de un invierno largo y crudo como le gustan a más de uno los filetes… y el trino de los pájaros hacia su presencia de manera insistente. Igual de insistente que la manera que tienen los pájaros de adornar los coches limpios…, que cuando más limpios están más se empeñan en darles ellos su toque artístico y personal a lo impoluto de su carrocería, con lo que jode, dicho sea de paso..

También hacía días que se oía en el cuarto de baño de mi casa cómo los pájaros volanderos apremiaban el reparto de comida de sus progenitores, lo cual me llevó a comentar con la que duerme a mi lado lo cerca que se oían este año el piar armónico (y pareciame a mí que algo desesperado) de los alados cantores, después de un par de días se oía a los pájaros como si estuvieran metidos en el váter y lo que empezó siendo admiración por el milagro de la vida acabó siendo algo tostón, vamos un tostón de cuidado, venga de piar y piar los pájaros, Luego de tratar de saber qué alternativas había para acabar con semejante placidez pajareril llegamos a la temible conclusión que alguno de estos cantores se había caído por el respiradero y reclamaba auxilio en algún lugar sin determinar entre nuestro piso y el del vecino, al cual parecía no molestar lo mismo que a nosotros por lo que se tomó la terrible (para mí) decisión de abrir el respiradero y comprobar visualmente que pasaba, pues la alternativa era no mirar y dejar que pereciera el “Cagaprisas” que cada vez cantaba más bajito pero igual de insistentemente, reunido el cónclave familiar se llegó a la clave que el que debería abrir el respiradero era yo, ¿Porqué? Porque era el cabeza de familia…, me dijeron…, como si eso importara a la hora de bajar la basura…, por ejemplo…

Visto que no había otra manera de invitar a nuestro ilustre visitante a abandonar de manera digna la mierda respiradero, que dicho de paso no sirve para nada porque ni evacua el mal ambiente ni atrae el aire fresco que sobre todo de buena mañana este esforzado lugar reclama, se me proporcionó las herramientas necesarias para llevar a cabo el desalojo del ocupa cantaor, estas fueron escasas pues se componían de un cepillo y un destornillador, la estrategia, según la que duerme a mi lado, era remover por dentro en el respiradero y que nuestro “problema” pasara a ser del vecino, la mía era que lo removiera ella que para eso era más de pueblo que yo y su contacto con la naturaleza era más satisfactorio y prolongado en el tiempo, pero como casi siempre en esta vida triunfó la suya y allí estaba yo a las cinco de la tarde de un día primaveral con un cepillo y un destornillador en la mano y el pájaro venga de piar y piar. Parecía un cazafantasmas pero sin el apoyo musical y vamos que sin ningún apoyo, porque la que duerme a mi lado me cerró la puerta del pasillo y las de las habitaciones y a continuación cerró con un golpe seco y demoledor para mi fuerza moral, la del váter; con todo el aplomo del que pude hacer acopio me subí en el borde de la bañera y rezando con la más ferviente fe en que el pájaro se cayera para abajo, hice palanca en la tapadera enrejada del pequeño orificio que tenía como misión proporcionar aire fresco (sin conseguirlo…) a aquella estancia de mi hogar procuradora de alivio y en la que tanto esfuerzo se hacía tanto de día como de noche(tampoco tanto..., vamos lo normal....), metí el palo del cepillo y empecé a remover esperando que se cayera pero no pasaba nada digno de mención, salvo que la que duerme a mí lado abrió de repente la puerta para interesarse como iba la caza y me dio un susto de muerte que apunto estuve de darle a ella con el cepillo sin que pueda ser esto violencia de género, siendo claramente legítima defensa… la cuestión es que no le dí, salvo alguna instrucción contundentemente verbal sobre la conveniencia de que se fuera a freir algo…lo cual hizo inmediatamente volviendo a dejarme solo ante el peligro.
Me dispuse de nuevo a introducir el cepillo en el respiradero, ya sin ninguna esperanza de que pasara nada, ni bueno ni malo, ya solo pensaba en hacer una pequeña cruz con dos palos de helados para señalar donde reposaban los restos del pajarino cuando alcé la rejilla y subido en los bordes de la bañera oteé el interior del respiradero sin ver nada más que algunos ladrillos allí colocados desde la noche de los tiempos...
Decidido a terminar con aquel concierto y envalentonado por no ver peligro inminente decidí meter el palo de la escoba y como casi siempre que se decide meter algo donde no se debe, pasó lo que tenia que pasar...El cantar se volvió más nítido y volví a asomar los hocicos justo para ver como se venia hacía mi una cabeza con cara de velocidad y un pico aerodinámico, el susto fue tal que pude apartar la cara de la salida y debió ser por el efecto que algunos llaman “ponerse los cojones de corbata...” que al subir tan violentamente y con tanta rapidez me hicieron dar un tirón muscular y se contrajeron las piernas de manera que se juntaron y perdieron el leve apoyo que ofrecían los margenes de la bañera, produciéndose por efecto de la gravedad un transito entre los que algunos llaman “arriba, abajo” y me encontré abajo con un palo de escoba y la bestia parda del pajarino piando y revoloteando me sobrepuse como pude y cambié mi arma por otra más apropiada..., que resultó ser una toalla... Me armé de valor, además de con la toalla y me fui detrás del mal bicho que empezó a revolotear y correr, pues no (sabría decir que es lo que hacía). El caso es que no sabría decir si el corría detrás de mí o yo detrás de él pues fue tal el ritmo que cogimos que llegado un momento cabria llevarse a engaño, y no diría que diez o doce pero algunas vueltas dimos ambos correteando en el baño y como otra cosa no pero grandes lo que se dicen grandes los baños no son, tan pronto estaba saltando el bidé como la taza del váter...resultado de esta prueba de velocidad fue que hallemé en un momento y sin que yo tuviera conciencia clara del “cómo” con el pajarino entre los pliegues de la toalla (o toballa que también se dice...).

Llegados a este punto y sin resuello por varias razones... a saber:
Contravenir el instinto de conservación que me dictaba el “repeluco”.
La impresión de ver venir a toda velocidad una cabeza con pico... y la posterior caída del guindo..
Además de encontrarme entre las manos con un cuerpecito frágil y delicado..aparentemente...porque a mí que no me digan que estos bichos son inofensivos...
Pues, que estaba sin resuello... pero aún me quedaba un poco de aire para gritar con autentica desesperación: ¡La puerta, la puerta! Y una vez abierta la puerta, volver a gritar: ¡La ventana, la ventana!, me dirigí raudo y veloz como un guepardo detrás de un cordero...o como yo mismo detrás del mismo cordero.. y arrojé la toballa, al pajarino y casi a la silla con la que me tropecé por la ventana y como a cámara lenta pude ver con satisfacción ( y algún transeúnte también) como el pajarino se quedaba posado en la rama del árbol mirando también a la toalla posada junto a él, Luego vinieron las explicaciones, de porque aquel día había sido el único ser humano que había pescado un pajarino de un respiradero, y una toballa de un árbol...vamos que porque me pasó a mí sino tampoco me lo creo....

miércoles, 17 de marzo de 2010

Igual que los de ciudad.


Lo sé, no es una encina, pero también hacia calor.
Las conversaciones profundas en verano son realmente dignas de tener en cuenta, debe ser por el cambio de ambiente, o por la diferencia en el agua…, pero yo no creo que sea por ninguna de estas causas…, se lo atribuyo directamente al calor sofocante que reblandece los cerebros hasta hacernos decir incongruencias. Por eso, aquella mañana de agosto que hacía un calor considerable, aquellos dos veraneantes tenían una conversación de lo más transcendente.
-A estos muchachos que viven en el pueblo se les nota algo…, diferente. Es como si la cercanía y el contacto con lo natural les hiciera más nobles, carentes de ese interés mercantil que imbuye a los nuestros, como si fueran más sinceros…, más legales…- Dijo uno de ellos mientras se sentaba en una piedra caída de la cerca, a la sombra de una encina formidable, huyendo del aplastante sol de las doce del mediodía.
-Bueno, yo no creo que sean muy diferentes de los de la ciudad…- Dijo el otro mientras se sentaba al lado. No le habría dado todavía lo suficiente el sol pues aun se adivinaban en sus palabras cierto sentido…
- No, tú fíjate en los nuestros.., siempre pensando en que van a sacar de esto o aquello, no mueven un dedo si no es porque por medio hay alguna recompensa, cuando nosotros éramos mas jóvenes, apreciábamos el valor de hacer las cosas porque se debían hacer, y por el gusto de lo bien hecho…--Seguía diciendo mientras apeaba de su hombro una especie de morral (como él, ¡menudo morral…!).
-También hacíamos las cosas porque tú padre daba unas hostias como panes y el mío no te digo ná, que aun hoy se me enredan los pelos del sobaco cuando me acuerdo…- Dijo el más fresco ( es lo único que lo explica…que aun no había cogido la temperatura…)
-No, fíjate que esta mañana temprano he recogido como veinte “pajarinos”… ya sabes de los que pierden el “norte” y he visto a Juan Manuel, el muchacho de la casa del cerro…. Pues no veas que atención ponía el muchacho, ¿Qué si como los ha conseguido? ¿Qué si con reclamo o con red? ¡Coño! si hasta le he dicho que iba a venir a pelarlos a lo alto del barranco y me ha dicho que a las doce estaba aquí como un reloj…
-Ya sabes lo que pienso sobre esa manía tuya de “tó” lo que vuela a la cazuela y no me extrañaría nada que te mandara a la Guardia Civil… y con razón…- Definitivamente este veraneante me estaba tumbando la teoría… a pesar del calor reinante este hombre no dice incongruencias.
“El morral” mete la mano en el morral y empieza a sacar pajarinos, primero uno y luego otro, así hasta reunir en una fila absurdamente marcial veinte pajarinos quietecitos…, como dormidos…, luego coge uno y comienza a despojarle de las plumas hasta dejarle como vino al mundo…(pero sin vida)
-No puedo entender como habiendo comida tienes que retirar de la circulación estos pájaros que lo único que hacían era dar alegría a estos campos…- Le reprocha el “asentao”
-¡Vamos, no vengas con pamplinas…, que no veas cómo están de buenos como los prepara quién tú ya sabes….! – Contesta el “morral” tirando otro pellizco de plumas.
Con paso decidido se acerca el muchacho de la casa del cerro, debe tener unos diez u once años, la tez morena por la acción del sol, es delgado pero fuerte, llega y se sienta al lado de los otros dos y saluda.
-¡Vaya…, como un reloj,…y eso que no tienes!-Dice el” desnudador” de pájaros.
- Si, si que tengo- y con un gesto de su barbilla señala la torre de la iglesia que ostenta una esfera más grande que el sol pero que el morral es incapaz de descubrir…
-¡Bueno, Juan Manuel, coge, coge y vete pelando que aquí hay “pa tós”!—El muchacho mira al “coherente” que aun si cabe parece más coherente al permanecer callado, como preguntando porque este está libre de desnudar pajarinos…, pero no dice nada.
El muchacho coge y con una destreza increíble pela un pájaro y luego otro, los tres en silencio ven como lentamente se va llenando aquello de plumas que permanecen quietas como testigos del abuso, y porque a pesar de estar en lo alto del barranco no se mueve ni una gota de aire.
-¿Cuántos pajarinos me vas a dar?- Dice Juan Manuel después de un rato, mientras una sonrisa se dibuja en el rostro del “coherente”, y algo parecido a extrañeza invade al “morral”.
-¿Cuántos? no sé…- Dice el “joio” egoísta- Uno o dos, ¿no?- En un arranque de generosidad difícilmente comparable. El muchacho para de pelar, mira al “morral” y con un desprecio asombrosamente elegante tira el pájaro a medio pelar junto a los otros y éste rueda entre los demás de una manera grotesca…
- ¿Pues sabes que te digo…? – Dice levantándose de la piedra- ¡Que los vas a pelar tú!- Y mientras se aleja; el “coherente” comienza a reírse a carcajadas y le dice:
-Lo que yo te decía.., ¡Igual que los nuestros…, melón! – Apunto de atragantarse- ¡Igual que los de ciudad!

domingo, 14 de febrero de 2010

...de estar "por casa"



Hoy he estrenado zapatillas. Zapatillas de estar “por casa”. No son un tipo especial de zapatillas, no tienen suelas especiales, ni colores llamativos, no están diseñadas para dar patadas (en mi caso no sería necesario…), ni para hacer muchos kilómetros (tampoco sería necesario…), ni para ir rápido a algún sitio (excepto alguna vez si eso a la nevera…, o quizás al váter –después de la nevera…-) son zapatillas de estar “por casa”, nada más y nada menos.

Puede que alguien piense que es un regalo de enamorada, por otro lado demostraría lo poco enamorada que está de mí…, pero no, ha sido una coincidencia puramente casual como casi todas las coincidencias que se dan en mi vida, casualmente. El único hecho cierto por el cual hoy estrené estas zapatillas ha sido porque las otras se me caían de los pies, nada extraño por cierto pues es donde suelen estar las zapatillas es por eso que sería difícil que se cayeran de las manos…, Cuando estaba “por casa” y andaba de un sitio a otro me daba cuenta que cojeaba de la izquierda o bien de la derecha, …como en mí vida normal, sin una definición clara y rotunda, en un permanente centro, obsesión que rige los pensamientos de cualquier varón maduro que se precie: el centro…, y no voy a dar detalles…

Estar en casa con unas zapatillas de estar “por casa” es algo en lo que no reparamos a menudo…, es un ritual con el que se quiere desligar el mundo exterior, con la republica independiente de tu casa (¿donde habré visto yo esta tontá?), en realidad es una manera de desligar la arena, el barro y la suciedad del exterior para no extenderla en el interior. En el principio de los tiempos yo no tenía zapatillas para cada cosa, las mismas me acompañaban desde que abría el ojo hasta que descansaban a mi lado durante la noche, había más unión entre mi persona y las zapatillas no como ahora que llego a casa y ¡Ala!..Les soy infiel con las de estar “por casa”, al principio las dejaba en el armario de la cocina, pero ahora me esperan pacientes en la escalera de la terraza…como si no quisiera verlas, como si el vinculo que me une al exterior me recordara que ahí fuera está el peligro y no quisiera afrontarlo… ¡joer que cosas se me ocurren…!

Estas zapatillas de estar “por casa” se me sujetan en los pies, me abrigan y protegen por eso les doy la bienvenida a esta su casa….al menos hasta que se me caigan…



domingo, 31 de enero de 2010

TODO UN CUARTO DE HORA.

Todo un cuarto de hora llevo esperando, un minutito detrás de otro hasta completar quince…, porque si fueran (por un suponer) dieciséis, entonces seria algo más de un cuarto de hora….
Parece que se acerca el momento supremo en que me corresponde hacer una alocución a estas cinco personas y regalarles con mi verbo fácil y mi voz varonil un discurso vació e inocuo porque lo que tengo que decir es muy poco… ¡Si señor! Muy poco…aunque también podría ser inicuo, ya que como transmisión de una idea va a ser pésimo…en fin.
Doscientos gramos de pavo, doscientos gramos de jamón york, doscientos gramos de jamón serrano y un dedo de foie gras, que por supuesto es un dedo de ancho, no un dedo de largo…Cosas todas que no engorden…vana ilusión, pues no hay nada que no engorde. Por supuesto las dos primeras para mí (pavo y pollo, la definición de mi persona…) y el resto para ella…, claro el único que ha de guardar dieta soy yo…
Todo escrito en una hoja de cuaderno grande…inmensamente grande, con las rebabas de las anillas en el lateral y sus líneas paralelas azulitas cruzando el ancho de blanco virginal del papel….líneas paraLELAS; y para el lelo…, o sea para mí. Saco la hoja y es tan grande que me dan ganas de arroparme con ella pues me recuerda a una sabana, consigo dominar mi primera intención y aplico mis sentidos en desdoblar aquella lona blanca con sumo cuidado para que no haga ruido….pero no lo consigo, y las cinco personas descubren que soy yo el siguiente en tener que pedir, si tenían la vana esperanza de que el número anterior al suyo estuviera vacante…, la sábana blanca les devuelve a la realidad y les dice que no, eso no va a pasar.
Intento desplegar la pedazo hoja de manera que solo sea necesario ver la parte donde esta escrito el legado que he de transmitir al sumo sacerdote que no es otro que el charcutero que con una mano enfundada con un guante metálico me recuerda a un guerrero medieval dispuesto a la pelea con su malla y su gran espada, pero vuelvo a la realidad con el ruido que hace la hoja al abrirse y la gran espada se convierte en el cuchillo jamonero que con destreza arranca las hojas rojitas y ribeteadas en blanco que lentamente caen cual hojas otoñales sobre el suelo cubierto por un papel blanco forrado con plástico y que lleva escrito en el reverso “Charcuteria Fernandez”.
Todo un cuarto de hora esperando, esperando para ver como caen las hojas rojizas en un otoño forzado por la malévola hoja acerada desde el árbol rotundo al lecho del bosque. Todo un cuarto de hora y esto es lo que se me ocurre… Y lo peor es que no es hambre…


sábado, 26 de diciembre de 2009

¡Verás, verás lo que nos vamos a reir...!


Ha pasado un año; o lo que es lo mismo: Doce meses. Fue durante las navidades del año pasado, lógico por otra parte, teniendo en cuenta que ha pasado un año. Vamos a dejarlo aquí que me estoy embalando como las canciones de Xuxa…

Es bonito tener a toda la familia unida, como decía la canción: Atados por los lazos del amor…El deseo de compartir y de dar. Este deseo fue el que motivó que mi hermano pequeño, que curiosamente es más alto que yo…, como si la naturaleza se empeñara en llevarle la contraria al dios Cronos… si es que existe… ¡Bien! No divaguemos, que lo de Xuxa me está afectando. Ese deseo de compartir llevó a mi hermano a compartir su fascinación por los petardos, las fuentes de confeti y cualquier veleidad pirotécnica que aturdiera los sentidos de la vista o el oído por un par de horas, o en su defecto ambos.

Así es que reunidos a la sazón tal que hace un año en rededor de la mesa, retirados ya los platos y demás indicios de que allí hubiera habido un cordericidio…sacó el susodicho una bolsa de plástico en la que supuestamente traía un detalle que nos iba a dejar boquiabiertos… sobre todo a mi madre…

Hechos los brindis preceptivos, por la salud de todos, por la esperanza de que el nuevo año nos trajera como mínimo más de lo mismo. Sacó de la bolsa una especie de barra larga multicolor y sonriendo pícaramente dijo:
-¡¡Verás, verás lo que nos vamos a reír!!-Mientras mi padre le miraba temeroso y mi madre ignorante ella, preguntaba: -¿Qué es eso?, ¿una flauta?, espera que voy a por una pandereta…

--¡No, no te molestes, mama! ,…que el concierto no dura casi ná. Y mientras, retiraba algunas copas y la bandeja con alfajores, polvorones y turrón de chocolate que se había puesto encima de la mesa por si alguno tenía necesidad después del cordero… ¡Animalitos!, los que comen de esto, que los corderos bastante tienen con criarse tan buenos…

Hecho el sitio, los demás comensales nos retiramos un poco porque aquello no presagiaba nada bueno… Mi hermano cogió con las dos manos un extremo de la barra y la retorció, como deberían haberle hecho a él en el cuello para que se estuviera quieto…Sonó un golpe seco y acto seguido un fogonazo y después del fogonazo otro golpe seco, y después de este último empezaron a caer escombros y trozos de escayola. El confeti y las serpentinas permanecían en el techo del salón desafiando a la ley de la gravedad, pegado todo esto en lo alto y sin visos de que fuera a caerse de forma inmediata.
Mi hermano primero se quedó serio y luego al verme a mí retorcerme por el suelo y luego pegar golpes en la mesa mientras me agarraba la tripa llena de cordero, se fue transformando en una sonrisa seria si esto fuera posible… hasta decir en un hilito de voz:
¡Joder, pues si yo pensé que no iba a ser tan fuerte…!—Luego miró a mi padre y a continuación a mi madre…y está le espetó:

¿Tú eres tonto?—Como si no supiera que sí…

En el mes de mayo mi madre me dijo que aun salía alguna que otra serpentina de detrás de los muebles, por eso, este año cuando mi hermano pequeño (que es más alto) se presentó con una bolsa del Mercadona (… de momento las siguen dando), mi madre saltó de su apacible asiento en el sofá del salón y cacheó a mi hermano pequeño (Que es más alto), lo cacheó por que le dió dos cachetes cariñosos (Bueno el dice que no eran tan cariñosos…) y le cacheó porque le registró de arriba abajo como si fuera un tipo moreno con dos riñoneras que intenta subir a un avión americano.

Mi madre respiró tranquila, después de comprobar que era una botella de vino bueno (como si hubiera vino malo...) y mientras volvía a su asiento, se la oyó decir que, si mi hermano pequeño, (que es más alto) volvía a traer una flauta de esas o cosa semejante le abriría antes la boca para que al explotar quedara todo recogido…, un poco drástico pero efectivo porque le pregunté y me dijo que ni de coña se volvería arrimar a ninguna cosa semejante..., con lo que me reí… lástima…las navidades van perdiendo su encanto…



De Zanguinez en flickr

jueves, 17 de diciembre de 2009

...apenas retazos de la vida de una mujer de mediana edad...

… Si yo no estoy gorda, estoy hermosota, pero nada, no sirve de nada engañarse, dije que la haría y cuando tomo una decisión he de cumplirla, que haga también deporte me recomiendan, como si la hartaura de té verde no fuera suficiente.... Qué bien me vendría una palmera de chocolate…¡Nada, nada!, Hay que desechar los malos pensamientos…, pero que harta estoy del té verde, tanto té verde no puede ser bueno, si hasta estoy cogiendo un poco de color y me llaman “la hulk”, ¡Que mala leche tienen algunos!, ¡leche! que bien me vendría un vaso de leche con la palmera…¡Otra vez!, …así no hay quien pueda. Tengo una tristeza en el estomago… Estoy deseando llegar a casa…no por lo que me espera allí, si no por llegar, porque una no puede tener anhelos de llegar cuando sabe lo que le espera, tortilla de espinacas, arroz blanco y todo el té verde que pueda tomar…, es como si quisieran que explotara con tanto té verde…y encima una no tiene ayuda de nadie…, cuando me ven en el trabajo con el té me dicen que: ¿Cómo me enjuago tanto la boca con el licor del polo?… si ellos supieran lo que cuesta no abalanzarse sobre los donuts… Hoy me dijo Jesús que ya se me notaba la pérdida de volumen, y yo contesté que siempre había tenido el pelo lacio y lisito pero no se refería a eso y dijo que si me pusiera un vestido rojo parecería un arañazo… No tiene una, ayudas de nadie, encima de guasa…
Andaba yo por las calles soleadas de esta gran ciudad, con estos pensamientos filosoficos de altura…, volviendo del trabajo en la fábrica y con una mala leche que difícilmente serviría para hacer mantequilla. El madrugón y la enésima propuesta definitiva de adelgazamiento tenían en mi ánimo una influencia perversa y caminaba resuelta hacia mi casa, cuando lo vi, en un principio el bamboleo cadencioso no me resultó extraño, pero a medida que se acercaba el jovencito musculado, fue adquiriendo tintes sospechosos sobre la conveniencia de llevar una dieta tan estricta que me causaba visiones y a la vista de las visiones, mareos.
Lo que en la distancia me parecieron atributos masculinos, semejantes a mp3, riñoneras o vaya usted a saber qué. En la cercanía dejaron de parecerse y pasaron a serlo, ¡Qué manera más extraña de correr! ¡Con todo fuera!, lo que en el mar se podría llamar “fuera borda”. Pues para algunos (y algunas) es el motor de su vida...Después de sentir todo esto, mi rubor fue en aumento pues lejos de alejarse a la carrera aquel tipo sudoroso se dirigía a mí, primero me dio la impresión de que venía hacia a mí, y luego quedé francamente “impresionada” cuando se detuvo a unos pasos intentando sin conseguirlo que sus manos ocultaran parte de…, de “aquello”.
Era el hombre de unos treinta años, bien formado y con unas manos enormes, manos que podrían hacer malabares con un par de sandias pero que se mostraban insuficientes para cubrir…todo aquello. Llevaba una camiseta ajustada y unas mallas de corredor ajustadas, tan ajustadas que ante el empuje excesivo se rompieron por el punto más débil…, el que soportaba mas presión…justo en ese sitio se hicieron más holgadas.
Ante mis ojos atónitos y huidizos, pues yo nos los dejaba ir a sitio tan “evidente”, (pero sin conseguirlo) estaba aquel muchacho que se dirigió a mí en estos términos:
--Perdón que me presente así.., pero no tendrá unos imperdibles o algo con lo que pueda sujetar la malla.., que es que se me ha roto y mire como me veo…-- Dijo mientras se ponía de lado y trataba de ocultar tanto…poderío.
--Pues no, no llevo imperdibles pero estamos cerca de mi casa y si te esperas un poco te bajo un bañador de mi hijo…--Dije yo solidaria de los apuritos que estaba pasando el “presuroso”.
--Bueno se lo agradecería mucho porque me queda un rato hasta llegar a mí casa— Dijo acercándose a un árbol y abrazándolo, dando la impresión de algo que no sé si tiene nombre, pues hacerlo con animales se llama zoofilia, ¿pero con un árbol?, renuncio a buscar la palabra, si es que la hay…
--O si no…, aquí, a la vuelta, hay una tienda oriental y puede ser que allí tengan algo… --Dije yo acuciada por las dudas sobre lo conveniente de que un tipo en aquella tesitura me esperara en mi portal…
-- Si, como para entrar en un chino estoy yo, además no llevo dinero—Me dijo el pobre mientras yo pensaba en lo mismo…
--Bueno, también puedes hacer una cosa…-- En un nuevo intento de que todo “aquello” no se viniera conmigo…--Te quitas la camiseta y metes las piernas por las mangas, seguro que así podrás taparte… (yo no podría haberlo hecho…, hasta completar la dieta de té verde…)
Tragué saliva, no había acabado de decirlo cuando ya estaba manos a la obra, en realidad quitó las manos de la “obra” y se las puso en la camiseta y en un momento tenia puesta la camiseta como si fuera un calzón árabe, pues le llegaba la culera por las rodillas, pero al menos podía caminar de acuerdo a las más elementales reglas de la decencia.
--Muchas gracias, ha sido una buena idea – Dijo reiniciando la marcha, dejándome con la boca abierta, mientras le veía alejarse a toda velocidad, desafiando a las leyes de la física pues parecía un tipo corriendo mientras hacía el pino…
Y es que definitivamente la vida de una mujer de mediana edad…, es muy dura.