lunes, 28 de noviembre de 2011

Doscientas pesetas


                                                    Por: Daquella manera en flick



Cuando eres niño…, quiero decir que cuando eres un ser humano de edad reducida, y de reducida altura…se pone uno, retos y desafíos más bien estúpidos. Ahora cuando somos talluditos la verdad es que también pasa… y un reto y un desafío fue lo que pasó aquella bonita tarde de primavera en la que los siete amigos que conformaban la banda decidimos dirimir una disputa sin importancia, con una apuesta.
Había cerca de donde vivíamos una antigua casa a la que llamaban “la telegrafía”, curiosamente en ella se habían albergado hasta no hacía mucho tiempo los servicios de telégrafos, que cosa más curiosa y a la vez coherente… Era un edificio imponente (impotente es otra cosa…) con unos ladrillos bien perfilados y un granito sólido y frio, pero que ya nos dejaba adivinar aun siendo niños que las cosas si no se cuidan se echan a perder, empezaba aquel edificio a mostrar huellas del deterioro y abandono y por eso era tan atractivo para unos niños como nosotros aventurarnos en su interior y jugar al escondite o a lo que cayera... y nunca mejor dicho: lo que cayera…
Era el chileno, oriundo de chile, lógicamente. El tipo era delgado y nervudo, moreno y con unos ojos vivarachos que no se estaban quietos, como él, que tampoco paraba en rama verde…El chileno tenía una bici americana, no de Chile, si no americana de las que no tenían frenos y se paraban dando pedales hacía atrás. La bicicleta y el hecho de ser Chileno le confería un halo de magia que a todos admiraba y causaba estupor. Además de la musicalidad con la que hablaba que nos dejaba a todos ensimismados, pendientes de aquella extraña para nosotros forma de comunicarse, con tanto respeto y dulzura ajeno todo ello a nuestro modo de conducir nuestras relaciones sociales…que se basaban básicamente en : ¡Eh, Tú! Y poca cosa más…
Aquel día de verano los mayores habían hecho una hoguera, como para celebrar las fallas pero sin tener que ver nada con aquellas, el refugio era un remanso que había entre cuatro árboles y en el que nos contábamos mil cosas los unos a los otros, por eso surgió de manera que nadie sabría decir cómo pero de repente estaba diciendo el Chileno:
-Si me subo a la ventana del primer piso de “la telegrafía” me dais cien pesetas. —Dijo mientras señalaba el edificio que se encontraba a unos cien metros.
-No tienes lo que hay que tener- Le contesto Joaquín, diciendo esto mismo pero utilizando palabras menos finas…, y mucho más contundentes…
Joaquín, que era el único que podía tener aquella fortuna, sacó las cuatro monedas de veinticinco pesetas y las puso cuidadosamente en una piedra que hacía las veces de mesa y el chileno sacó dos monedas de veinticinco y una de cincuenta. A nadie se le debe escapar que esto hacía también las cien pesetas y me las dieron a mí que desde siempre he engañado a la humanidad con mi cara de hombre serio y formal…, sin serlo, o al menos no tanto como parece… Que si, que no, y en el siguiente instante el Chileno empezó a caminar hacía “la telegrafia”…,
-¡Eh ¡¿Cómo sabemos que has estado en el primer piso?—le preguntó uno que ya debía ser pájaro viejo…
-Cuando esté en el primer piso me pondré en la ventana y encenderé el mechero…--Dijo el chileno, y como era casi noche cerrada nos pareció bien.
Pues hacia la telegrafía que se fue el temerario, dejamos de verle entre las puertas y unos bidones, estábamos todos expectantes y si alguno hubiera tenido la mala leche de soltar allí mismo un grito por lo menos más de dos se habrían caído fulminados al instante, o por lo menos yo me habría caído dos veces…, seguro, pero no se le ocurrió a ninguno y seguimos pendientes de ver si se encendía la lucecita.
--¿Joer, a que me gana las cien pesetas el mendrugo este…? – Dijo Joaquín temiendo… con fundamento, por su pequeña fortuna.
--Di, di, di, dicen que hay seres extraños en, en, en el primer piso.- Dijo el miedoso en código Morse por aquello de “la telegrafía”…
De repente se hizo la luz en el primer piso, levemente y por muy poco tiempo, pero lo suficiente como para que todos viéramos que “el chileno” no estaba solo, al lado de él y ligeramente detrás había una figura humana inmóvil pero yo creo que era lo único inmóvil porque se volvió a encender la luz del mechero y pudimos ver como “el chileno” se había dado la vuelta y escrutaba el primer piso en busca de aquella extraña presencia. No pudimos ver nada más, pero oír si que oímos…, porque a continuación se oyó: --¡Ay, madre mía! – Sin acento alguno…, ni musicalidad ni leches. Y en el momento siguiente entre la oscuridad un bulto sospechoso que salía por la ventana, yendo a caer en un montón de tierra.
Hay ocasiones en la vida que no alcanzas a entender el porqué de las cosas y yo nunca entenderé cual es el resorte extraño que consigue poner de acuerdo una gran cantidad de personas en hacer lo mismo en el mismo instante, todos nos levantamos del mismo sitio y emprendimos una carrera alocada por aquella oscuridad infinita atropellándonos unos a otros sin miramiento alguno y sin hacer caso a los gritos que profería “el chileno” desde la lejanía…, ¡Volved cabrones…, ayudadme que me he joio la pierna!
No pudimos ver ni oír nada más pues hubo una desbandada general y cada cual tomó el camino que la providencia tuvo a bien aconsejarle siendo el más utilizado el más corto que llevaba a casa…, cada uno a su casa. Aquella noche y las siguientes no pude pegar ojo, pensando en la figura inmóvil, pero una tarde decidimos ir a casa de “el chileno” por si él, que estaba cerca tenía más datos acerca de aquella misteriosa figura, cuando su madre nos vió aparecer, nos hizo pasar a la habitación de su hijo y pudimos ver al “chileno” con la pierna en alto, escayolada y con un tebeo de Mortadelo y Filemón por única compañía.
Nos miró de arriba abajo y sin pestañear extendió su mano derecha en dirección a Joaquín y dijo con el más bonito de los acentos: -¡Mis doscientas pesetas!

miércoles, 7 de septiembre de 2011

LADESEADA



Siento mi respiración...,¡oigo mi respiración!. El agua baja por mi mejilla cuando aspiro y lleno mis pulmones, cuando suelto el aire, mi cuerpo..., mi cabeza desciende. Controlo el caudal para no sumergirme y relajo mi cuello, muevo un poco las piernas y vuelvo a estar horizontal, no oigo bien, apenas un leve murmullo de voces humanas que no dicen nada inteligible, siento de nuevo el aire por mi nariz y nuevamente el empuje que saca mi cabeza unos milimitres del agua...y mi “tripita”, claro...

Mantengo los ojos cerrados y veo manchas con formas parecidas a espermatozoides moverse, las persigo y se van, quizás éste estado es una vuelta a los origenes...Abro los ojos y el color azul lo invade todo, un suave tono violeta salpicado con partes blancas y un destello enorme a la izquierda, ¡No! Ahora es a la derecha, vaya no me dí cuenta..., pero estoy girando.

Vuelvo a consumir aire, y una gran paz invade mi alma, un frescor suave, relaja mis musculos..., ¿musculos? Bueno lo que haya de ellos...y entonces ocurre. Un golpe seco en la cabeza me sumerge en el agua, mis narices son invadidas por el liquido elemento, y todo mi cuerpo se pone alerta impulso los brazos hacia abajo buscando regresar a la superficie y logro sacar la cabeza , expulso el agua de mi boca, pareciendome a un caballo protestón, y entonces le veo.

¡Joer!-Logro decir entre toses-
¡Chachooo, no te habia visto...! ¿Pooos..., y cuando habeis venio...? me dice la parte de una cabeza, ligeramente conocida...

Y ahí se acaba mi corto viaje astral en las aguas “tranquilas” de la piscina, paradojas, casi muero por hacer el muerto..., en la piscina...

¡Muy bonita por cierto! (De nombre ladeseada. Así, todo junto..., por que pudiera ser también: “La de ese hada”, pues sin duda hubo algo de magia...)

lunes, 25 de julio de 2011

¡Coge más, coge más!

Debido a que recientemente he tenido que interesarme por las costumbres de sitios muy lejanos, llegó a mi conocimiento (bastante escaso de por si....) que en cierto sitio de Europa se acostumbra a decir una sola vez las cosas; de manera que si te preguntan que si quieres otro plato de lentejas y dices que no, es que, no; y no insisten, no como en Extremadura que es costumbre insistir varias veces..., sobre todo si son lentejas..., pues con el cordero no pasa lo mismo..., bueno, si, también se insiste..., pero menos....

Pues este dato que enriqueció mi experiencia vital, ya de por sí exigua..., me trajo otra que me ocurrió en Extremadura, y que ilustra como pocas podrían hacerlo la costumbre de insistir y de hacerlo la mayoría de las veces con la vana esperanza de que no le hagan caso a uno....

En una de mis estancias estivales en tierras Extremeñas, pude saludar a un pariente..., los lazos que nos unen no importan pues además de carecer de solidez no son particularmente reseñables....pero era mi primo. Estaba apoyado en un formidable muro de piedra, al resguardo del sol, lógicamente en la sombra, una apacible mañana de agosto en la que a las nueve y media ya es temeridad ponerse al sol más de lo que el buen juicio aconseja y pasó mi pariente por la misma calle intentando cubrirse como yo del picajoso sol que con fuerza anunciaba un día de los de ¡Valgame el cielo...!

-Buenos días, primo- Me dijo, poniéndose una mano delante para evitar que el astro rey le dejara ciego en un descuido.

-Buenos días, ¿De ande vienes tan tempranoooo...? -conteste yo, de mala manera, pues debe ser una especie de mecanismo el que nos induce a mimetizarnos con el medio, pues yo de toda la vida he dicho: ¿De donde vienes...? y nunca he añadido más vocales que las estrictamente necesarias a mi imprescindible necesidad de comunicación. Pues eso, que sin saber como ni porque estaba intentando imitar a mi primo en vez de hablar como toda la vida..., y encima haciéndolo mal porque el habla rotundo y con gracia de nuestra tierra o sale, o no sale, pero si se fuerza, parece que se están cachondeando de uno....

-Pues mira de dar una vueltina, y me he encontrao a tio Caguin y me ha dao unos higos que estaba cogiendo- dijo mi primo abriendo una bolsa de plástico que llevaba y mostrándome el contenido.

-Pos si que tienen buena pinta...- Insistiendo..., si yo siempre digo “Pues”...- Con lo que me gustan a mí los higos...- dije tirando la caña...

-Pos no sé paqué se los he cogio, bueno si que lo sé; por no discutir con él, porque tengo yo dos higueras en mi patio que están que se vienen abajo...y esos si que son higoooos, cuando quieras vas a coger unos pocos que los pruebes..., esos si que son higos.- Dijo mi pariente apoyándose en el muro, quizás buscando el poco frescor que albergaban aun las piedras...

¿Pues no sé...? ...porque estos tienen una pinta...-Lo que hizo falta que dijera...otra cosa, no, pero dudar de una verdad que te están diciendo es como mentarle a uno la madre...

-Tú vete dentro un rato, que ya estará la mujer levantá y la dices que vas a recoger unos pocos que yo tengo que ir a hacer unos recaos y no voy a estar en toa la mañana, y coges los que quieras.

Pues uno que no tiene mucho que hacer en esos días de estival asueto, valoré el plan para pasar la mañana que me proponían y conseguí..., no sin esfuerzo..., vencer mi natural timidez y después de coger dos bolsas llamar a la puerta de mi primo.

-Buenos días, Rosa, que me ha dicho el pariente que me pasara por aquí y que cogiera unos higos de los del patio..., que me iba a enterar de lo que es bueno, que ya estarías levantá...- dije del tirón si darme cuenta de lo bocazas que soy la mayoría de las veces...


Amos, levantá, dice..., pues no llevo yo ya dando patás por la casa que casi lo tengo to hecho..., la comia me quea ná más..., este hombre...encima que no ayua en ná, no hace na más que hablar excusao..., el joio insignificante....- Empezando a darme cuenta de la magnitud del error...

Me hizo pasar apartando la cortina de canutillos verdes que trataba de impedír que pasaran las moscas, pero que no lo lograban ni con las moscas, ni con los moscones.... - ¡Mira, mira que higos! súbete ahí y coge tos los que quieras que este no se los va a comer en to el verano...que tiene una joia ansia....

Y yo que no puedo hacer caso omiso a ninguna orden hecha por ninguna mujer de la comarca...me subí al taburete y empecé a coger los higos más gordos y con el color verde más bonito que había visto jamás, y que desgraciadamente creo no volveré a ver..., digo empecé porque después de un rato ya cogía hasta los chiquinios... La cuestión es que cuando llevaba cogidos una generosa ración hice ademán de bajarme y dije tímidamente: -Bueno pues yo creo que con estos para probarlos ya tengo...- mientras Rosa se giraba y miraba la bolsa.

-¿Que dices...? Amos no cuentes chistes..., coge ahí higos que este no se los come y cuando volvamos a venir están todos en el suelo... Dijo si dejarme lugar a resistencia alguna..., así es que volví a coger más higos... parándome y mirándola de vez en cuando, sin que en ningún momento dejara de repetirme: ¡Coge más, coge más!

Hasta que no tuve las dos bolsas llenas de los mejores higos que he visto y probado nunca, Rosa no dejó de insistir en que cogiera más, creo yo que no le perdonaba a mi pariente el poco reconocimiento a la sacrificada labor hogareña que realizaba ella todos los días...al parecer después de las nueve y media...según algunas fuentes....poco creíbles.

Pues nada, me baje del taburete y cogí las dos bolsas: y de nuevo apartó Rosa la cortina de canutillos, facilitando la salida del moscón, esta vez cargado hasta arriba. -Toma unos pocos Rosa, que yo no quiero tantos.., - Sin poder evitar que me creciera un poco la nariz....

-Que he dicho que no..., si este coge alguno cuando se acuerda y los demás se acaban estropeando....- Dijo mientras me daba empujones para que me fuera con el preciado tesoro.

Pues buscando la poca sombra que las casas de la comarca regalan a estas alturas del verano, me fuí con un pasino detrás de otro y al doblar la esquina tuve la mala suerte...(quiero decir la fortuna...) la buena fortuna.., de encontrarme con mi pariente, al que ó bien se le habían dado muy bien los recados que debía hacer o que (Sería lo más probable...) la joia ansia por los higos me había ocupado demasiado y yo bien creo que era esto último...

-Muy buenas..., -pude decir venciendo mi instinto de esconder los higos detrás mio, como si fueran la prueba del delito..., y yo bien creo que algo de delito había.

Mi pariente, a la vez que primo mío..., empezó sonriendo, pero a medida que fue viendo las dos bolsas hasta arriba de higos se le puso una cara como de contrariedad, que no sabría explicar...Miró a tio Cagüin que estaba junto a él con un platao de higos, (imagino yo que de otra higuera, porque la de mi primo se había quedado para pocos trotes...) Y señalándome a mi dio un golpe de cabeza en mí dirección.

-Que le parece tío Cagüin, como afina aquí el pariente, que le digo que vaya a por unos poquinos de higos y apoco se trae hasta la higuera...- dijo mi primo a tío Cagüin, pero dada la exacerbada sagacidad que me caracteriza, yo creo que lo decía por mí.

Nooo, pos dejalo que como se los coma tos no caga arena...!--Dijo esto como intentando ayudar...,bastante poco... por cierto.

-¡No, si es Rosa que ha insistido tanto....,! Vamos que no me dejaba venir con unos pocos..na más – empece a imitar por ver si servia de algo, pero yo creo que no....-- Toma llevate esta bolsa y por lo menos te ahorras el trabajo de cogerlos...

-¡Amos anda, si los has cogio tú, tu te los comes..., Ahora que como no te los comas la vamos a tener...--Yo creo que era broma porque se estaba riendo, no se si por la broma o porque se imaginaba que me los comería todos...con las consecuencias lógicas de un atracón de higos...

-Cómo dijiste que los tuyos eran tan buenos que no tenían ni punto de comparación ni con los de Tio Cagüin...- Y me fuí calle alante sin preocuparme de la sombra ni de ná..., eso sí atrás los dejé tratando de demostrar que cada uno poseía los mejores higos que una higuera pudiera dar, y a fe mía que comiéndolos con moderación, los de mi pariente me hicieron muy feliz..., si señor, muy feliz.

-¡Coge más. Coge más!---¿Joer, en que quedamos?

lunes, 25 de abril de 2011

Porque me pasó a mí, si no, tampoco me lo creo...

Cualquiera que haya leído algo de lo que he escrito sabe de mis sentimientos hacia los animales, yo lo llamo “repeluco”, pero algunos dicen sin ambages que es miedo, yo no diría tanto…pero algo de fuerza de voluntad he de imponerme para siquiera soportar estar al lado de alguno, el porqué de este breve recuerdo se hace necesario para la comprensión de lo que paso a relatarles.

En esta primavera, provocadora como todas de la Astenia primaveral..., pues si fuera en otra estación seria invernal o incluso veraniega, recordé los acontecimientos acaecidos no hace mucho y que me llevaron a una superación; como no hubo nunca de mis limitaciones ante el repeluco.

Hacía días que los árboles recién podados se empezaban a adornar de pequeñas hojas verdes, la luz del sol, sobre todo de día, empezaba a repartir ánimo y dicha entre los mortales sufridores de un invierno largo y crudo como le gustan a más de uno los filetes… y el trino de los pájaros hacia su presencia de manera insistente. Igual de insistente que la manera que tienen los pájaros de adornar los coches limpios…, que cuando más limpios están más se empeñan en darles ellos su toque artístico y personal a lo impoluto de su carrocería, con lo que jode, dicho sea de paso..

También hacía días que se oía en el cuarto de baño de mi casa cómo los pájaros volanderos apremiaban el reparto de comida de sus progenitores, lo cual me llevó a comentar con la que duerme a mi lado lo cerca que se oían este año el piar armónico (y pareciame a mí que algo desesperado) de los alados cantores, después de un par de días se oía a los pájaros como si estuvieran metidos en el váter y lo que empezó siendo admiración por el milagro de la vida acabó siendo algo tostón, vamos un tostón de cuidado, venga de piar y piar los pájaros, Luego de tratar de saber qué alternativas había para acabar con semejante placidez pajareril llegamos a la temible conclusión que alguno de estos cantores se había caído por el respiradero y reclamaba auxilio en algún lugar sin determinar entre nuestro piso y el del vecino, al cual parecía no molestar lo mismo que a nosotros por lo que se tomó la terrible (para mí) decisión de abrir el respiradero y comprobar visualmente que pasaba, pues la alternativa era no mirar y dejar que pereciera el “Cagaprisas” que cada vez cantaba más bajito pero igual de insistentemente, reunido el cónclave familiar se llegó a la clave que el que debería abrir el respiradero era yo, ¿Porqué? Porque era el cabeza de familia…, me dijeron…, como si eso importara a la hora de bajar la basura…, por ejemplo…

Visto que no había otra manera de invitar a nuestro ilustre visitante a abandonar de manera digna la mierda respiradero, que dicho de paso no sirve para nada porque ni evacua el mal ambiente ni atrae el aire fresco que sobre todo de buena mañana este esforzado lugar reclama, se me proporcionó las herramientas necesarias para llevar a cabo el desalojo del ocupa cantaor, estas fueron escasas pues se componían de un cepillo y un destornillador, la estrategia, según la que duerme a mi lado, era remover por dentro en el respiradero y que nuestro “problema” pasara a ser del vecino, la mía era que lo removiera ella que para eso era más de pueblo que yo y su contacto con la naturaleza era más satisfactorio y prolongado en el tiempo, pero como casi siempre en esta vida triunfó la suya y allí estaba yo a las cinco de la tarde de un día primaveral con un cepillo y un destornillador en la mano y el pájaro venga de piar y piar. Parecía un cazafantasmas pero sin el apoyo musical y vamos que sin ningún apoyo, porque la que duerme a mi lado me cerró la puerta del pasillo y las de las habitaciones y a continuación cerró con un golpe seco y demoledor para mi fuerza moral, la del váter; con todo el aplomo del que pude hacer acopio me subí en el borde de la bañera y rezando con la más ferviente fe en que el pájaro se cayera para abajo, hice palanca en la tapadera enrejada del pequeño orificio que tenía como misión proporcionar aire fresco (sin conseguirlo…) a aquella estancia de mi hogar procuradora de alivio y en la que tanto esfuerzo se hacía tanto de día como de noche(tampoco tanto..., vamos lo normal....), metí el palo del cepillo y empecé a remover esperando que se cayera pero no pasaba nada digno de mención, salvo que la que duerme a mí lado abrió de repente la puerta para interesarse como iba la caza y me dio un susto de muerte que apunto estuve de darle a ella con el cepillo sin que pueda ser esto violencia de género, siendo claramente legítima defensa… la cuestión es que no le dí, salvo alguna instrucción contundentemente verbal sobre la conveniencia de que se fuera a freir algo…lo cual hizo inmediatamente volviendo a dejarme solo ante el peligro.
Me dispuse de nuevo a introducir el cepillo en el respiradero, ya sin ninguna esperanza de que pasara nada, ni bueno ni malo, ya solo pensaba en hacer una pequeña cruz con dos palos de helados para señalar donde reposaban los restos del pajarino cuando alcé la rejilla y subido en los bordes de la bañera oteé el interior del respiradero sin ver nada más que algunos ladrillos allí colocados desde la noche de los tiempos...
Decidido a terminar con aquel concierto y envalentonado por no ver peligro inminente decidí meter el palo de la escoba y como casi siempre que se decide meter algo donde no se debe, pasó lo que tenia que pasar...El cantar se volvió más nítido y volví a asomar los hocicos justo para ver como se venia hacía mi una cabeza con cara de velocidad y un pico aerodinámico, el susto fue tal que pude apartar la cara de la salida y debió ser por el efecto que algunos llaman “ponerse los cojones de corbata...” que al subir tan violentamente y con tanta rapidez me hicieron dar un tirón muscular y se contrajeron las piernas de manera que se juntaron y perdieron el leve apoyo que ofrecían los margenes de la bañera, produciéndose por efecto de la gravedad un transito entre los que algunos llaman “arriba, abajo” y me encontré abajo con un palo de escoba y la bestia parda del pajarino piando y revoloteando me sobrepuse como pude y cambié mi arma por otra más apropiada..., que resultó ser una toalla... Me armé de valor, además de con la toalla y me fui detrás del mal bicho que empezó a revolotear y correr, pues no (sabría decir que es lo que hacía). El caso es que no sabría decir si el corría detrás de mí o yo detrás de él pues fue tal el ritmo que cogimos que llegado un momento cabria llevarse a engaño, y no diría que diez o doce pero algunas vueltas dimos ambos correteando en el baño y como otra cosa no pero grandes lo que se dicen grandes los baños no son, tan pronto estaba saltando el bidé como la taza del váter...resultado de esta prueba de velocidad fue que hallemé en un momento y sin que yo tuviera conciencia clara del “cómo” con el pajarino entre los pliegues de la toalla (o toballa que también se dice...).

Llegados a este punto y sin resuello por varias razones... a saber:
Contravenir el instinto de conservación que me dictaba el “repeluco”.
La impresión de ver venir a toda velocidad una cabeza con pico... y la posterior caída del guindo..
Además de encontrarme entre las manos con un cuerpecito frágil y delicado..aparentemente...porque a mí que no me digan que estos bichos son inofensivos...
Pues, que estaba sin resuello... pero aún me quedaba un poco de aire para gritar con autentica desesperación: ¡La puerta, la puerta! Y una vez abierta la puerta, volver a gritar: ¡La ventana, la ventana!, me dirigí raudo y veloz como un guepardo detrás de un cordero...o como yo mismo detrás del mismo cordero.. y arrojé la toballa, al pajarino y casi a la silla con la que me tropecé por la ventana y como a cámara lenta pude ver con satisfacción ( y algún transeúnte también) como el pajarino se quedaba posado en la rama del árbol mirando también a la toalla posada junto a él, Luego vinieron las explicaciones, de porque aquel día había sido el único ser humano que había pescado un pajarino de un respiradero, y una toballa de un árbol...vamos que porque me pasó a mí sino tampoco me lo creo....