martes, 30 de diciembre de 2008

¡No, eso no!

El reloj de la torre acaba de marcar las ocho y este caluroso día de Agosto aun se resiste a morir…aun acaricia con fuerza las tejas que cubren las casas que parecen tranquilizarse por la ausencia del azote continuo de los rayos de sol tan directos e impactantes… En la serenidad del patio.., junto al pozo…, con un vasino de vino en la cercanía de la mano, a cubierto, en la sombra que el alto muro procura…, voy cogiendo una a una, fotos amarillentas, con una suave doblez, con brillo que devuelve los aun fuertes restos de cegadora luz.

--Ahí, estábamos en Alemania…, vaya frio que hacia…-- Intento imaginar el terrible frio que se adivina en la instantánea y me estremezco, a pesar del calor que hace aun en el patio, me estremezco porque no puedo asimilar tanto frio por fuera y mucho menos por dentro…en un sitio tan lejano y extraño…

--En esa, estábamos en “la cueva”…--Y yo intento adivinar en el fondo de la foto la entrada a alguna cueva que justifique el nombre, sin encontrarla…

Me detengo un instante y alargo la mano, bebo un poco de vino de Miajadas, y el vaso transparente y pequeño de Duralex hace un ¡Tong” seco cuando lo pongo en el brocal del pozo, en lo alto se adivina una estela blanca y al final de ella un avión camino quizás de allende de los mares, iluminado aun por el incansable sol, haciéndole brillar, allá, en lo alto..silencioso.

Encuentro un recibo de la luz, pues eso de decir Compañía de Suministro de Electricidad es cosa moderna y un esnobismo propio de estos días…

--Tíralo, a saber de qué año será…—Lo aparto y lo vuelvo a meter entre las fotos… en ese año se arpobó la constitucion…, recuerdo mientras sonrío ante la imagen de una plaza tan diferente a la que ahora conocen mis ojos… arena en el suelo, diáfana y libre de obstáculos como les gusta a los naturales de aquí tener las cosas…, sin trastos por medio. Vuelvo a oir hablar y de nuevo bebo del vaso “chiquinino”
.
--No sé para que guardamos estas cosas, deberíamos tirarlas...—Pero callo y sigue rebuscando, sale una imagen de “Santa Catalina”, pertenece a un calendario de un año ya en el olvido, aun tiene el aluminio en su parte superior y le faltan todas las hojas del año que le dio vida. Sé la respuesta pero aun así hago la pregunta:

--¿Y esto.., esto lo tiramos también?—mientras lo saco y estiro mostrando la imagen de Santa Catalina en color, un color que me recuerda las películas antiguas de Cinemascope.

--¡No, eso no!—Me responden rápido, casi en un grito, me apremian a que devuelva la imagen y mientras sus manos estiran el papel, adivino un brillo en sus ojos…--No esto no, que es Santa Catalina… --y con cuidado se vuelve a meter en el cajoncino de madera, cajón que volverá a abrir quién sabe dentro de muchos años y quizás pregunte: --¿Y esto, esto lo tiramos?—Y seguro estoy que entonces seré yo el que conteste: --¡No, esto no, que es Santa Catalina!.

sábado, 20 de diciembre de 2008

"JUAN DIEZPATAS"

“Juan diezpatas”, miró con satisfacción el camastro que acababa de prepararse y se dijo que así estaba bien, se dispuso a pasar la noche en su huerto y acarició su garrota, esta le hacía compañía allá donde iba y le daba seguridad. En más de una ocasión le había salvado de alguna situación comprometida, pues la sola visión del “maderamen”, válido para hacerse una barca…, hacia recapacitar al más intrépido retador.
El huerto de “Juan diezpatas” estaba situado al lado de la huerta de “la holla” y entre la calle de las Viñas que un poco más adelante se convierte en el camino de Alcollarín y “el juncal” o de “las huertas”, que se unían en un punto que se llamaba “las cuatro calles” y lógicamente en un arranque de originalidad era lo que allí había: cuatro calles. Allí cerca, en las cuatro calles había puesto “Juan diezpatas” sus dos mantas, una, encima de un poco de paja y ramajes que velaran por el descanso de sus trabajados riñones y otra que le protegiera del relente veraniego que llegaba sin avisar .
“Juan diezpatas” cuidaba mucho su huerto y estaba orgulloso de las peras que conseguía arrancar a los frutales con mucho cuidado y atención. En no pocas ocasiones le habían hablado maravillas de las peras que con tanto cuidado protegía, y ¿Qué decir de los higos?, arrope puro… su sola visión hacia que la gente sintiera la necesidad de sopesarlos en las manos, para a continuación quitarles un poco la piel y sumergirse en los azucares más sabrosos... Algunos ni eso… con la piel, les parecían el majar más sabroso que la tierra pudiera dar, más no, “Juan diezpatas”, “Juan diezpatas” no había dado de balde, jamás una pera ni un higo. Se vanagloriaba de ser astuto y ladino en el cuidado de su huerta y por ello nadie había osado jamás llevarse de su tierra fruto alguno que antes no hubiera pasado con una compensación adecuada.
“Juan diezpatas” esbozó una sonrisa zorruna y no pudo evitar recordar a los muchachones que días atrás le preguntaban por sus peras y engrandecían la fama de los higos que aun debían esperar un tiempo, pero que ya se adivinaban de buen tamaño…
-- ¡“Juan diezpatas”!, hay que ver que peras tiene usted en el huerto… cualquier día le hacemos una visita por la noche “pá” probarlas…que”usté” no se enfada, ¿verdad, “usté”?—Le decía un muchacho con cara de pillo, mientras, no quitaba ojo a la garrota que “Juan diezpatas” apretaba en su mano, como queriendo confirmar que seguía allí, quietecita...
-- ¡Ay, ¡Bandido!, no creo yo que ninguno tenga los arrestos que hay que tener, para quitarme alguna pera…, que en estando yo bueno, no hay “higos” para entrar a quitarme lo que mío es, ….mientras tenga a mi lado esta estaca los que vayan con mala intención allá, han de temer…, que yo tengo la conciencia tranquila; y lo mío es mío, y en eso de quitarle a uno lo suyo, ¡no hay amigos que valgan.! —Decía esto “Juan diezpatas” mientras blandía firme, la formidable garrota que terminaba en una maza que daba escalofríos el solo hecho de pensar que se pudiera “peinar” alguna cabezota con semejante peine.
Los muchachones que sabían bien de la dureza de la garrota, no se amedrentaban y seguían burlándose de los frutos tan magníficos que daba la huerta. Y entre quiebros y requiebros no dejaban de pensar en la manera de hacerse con las peras de “Juan diezpatas”, más que por las peras… (Que también…) por burlar la confianza que el buen hombre tenía en su garrote…
“Juan diezpatas” se tumbó en su campera cama, después de echar un vistazo a sus mulas. Tentó su garrota y no pudo evitar una leve mueca de satisfacción al pensar en lo bien “protegido” que estaba su huerto… Miró al cielo de Campo Lugar y no por mil veces visto dejó de experimentar un estremecimiento al contemplar aquel cielo que de día no había quién mirara, pero que de noche era el espectáculo más radiante que ojos humanos pudieran ver, allá en el infinito miles de estrellas tintineaban en un baile sin fin, acompañadas de una luna enorme y cegadoramente blanca en una noche clara y extrañamente “fresquina”, después del día caluroso y hostil, se agradecía esa leve brisa reparadora de la “trabajola” de un dia largo en su preciado huerto…
“Juan diezpatas”, se dio la vuelta en su camera y arropándose con la manta se dispuso a darle otro empujón al sueño que le vencía. Primero oyó una especie de lamento pero como estaba en un placentero duermevela no prestó atención, sin proponérselo se mantuvo alerta y cuando llegó a sus oídos el sonido de algo que arrastraba, aferró su garrote y con un movimiento violento apartó la manta que lo protegía, miró a las mulas, y estas permanecían en su rincón tranquilas y quietecitas…Se disponía a volver a su descanso cuando oyó esta vez más claramente el arrastre de algo metálico, las mulas esta vez sí se mostraron inquietas…. Era “Juan diezpatas” un hombre poco religioso, pero cumplidor de los deberes que la Iglesia demandaba de sus feligreses, no por convencimiento propio…, más bien por una especie de superstición que le hacía respetar lo que sus “entendederas” no podían manejar con “fluidez” y pensó que sería algún ruido natural y que su celo en el cuidado de las peras le estaba jugando una mala pasada…La brisa leve le trajo esta vez una especie de lamento, pero desde la calle opuesta, se volvieron a repetir lamentos y ruidos metálicos cada vez más nítidamente, con los puños cerrados se frotó los ojos y en la oscuridad pudo ver unas figuras que se balanceaban de un lado a otro y con paso lento acompañaban a una especie de farol que abría el camino. Un miedo ancestral invadió su alma y ni siquiera la garrota que aferraba entre sus manos pudo darle seguridad, el estaba preparado para enfrentarse a cualquier cosa…, por muy hombre que fuera… pero aquello, …aquello no parecía humano…se obligó a permanecer expectante y agudizó sus ojos en busca de la nitidez que le permitieran ver mejor aquellas formas que avanzaban por un lado, por la calle de “las viñas”, y las otras que venían con iluminada lentitud por el “juncal”, pero no pudo ver nada que le sacara de dudas.. En estas estaba cuando la corriente de aire le pareció más fuerte y le trajo una voz gutural y grave que a él le pareció inhumana.
--- ¿A dónde vas, muerte ingrata…?---Oyó que decía el grupo que venia del “juncal”.
--- ¡A comerme las peras de “Juan diezpatas”!—le respondía la muerte que parecía venir por “las Viñas”.
--- ¡Antes, cuando estábamos vivos…todos éramos amigos…! – paró apenas la voz un momento y a continuación dijo, pero esta vez más alto: --- ¡…Y ahora que somos muertos, todos andamos rondando estos huertos…!
“Juan diezpatas”, no pudo más, miró a sus mulas y poniéndose las alpargatas a toda prisa saltó la cerca de su huerta con un salto prodigioso para sus cansados huesos y aferrando su garrota huyó de aquellas “cuatro calles” desapareciendo a trompicones, levantando polvo cada vez que se caía en su afán de imprimir rapidez a su carrera….
Pasado un tiempo, una vez que no se veía ni rastro de “Juan diezpatas” los dos grupos de muchachones disfrazados con trapajos y unos con una sandia vaciada en su interior y con ojos y boca simulando a la aterradora muerte, con una vela iluminando levemente el camino; y los otros con cadenas arrastrando y golpeando piedras y cercas, se juntaron en las cuatro calles y empezaron la recolección de aquellas peras del país que ningún vivo tuvo agallas de quitar a “Juan diezpatas”.
Al dia siguiente se vio a “Juan diezpatas” paseando por las calles del pueblo, extrañamente nervioso y aferrando con una fuerza desacostumbrada la garrota, en una de las calles vio a tres muchachones que con peras en las manos le decían: ---¡Qué buenas están estas peras… no querrá usté compararlas con las suyas…que esas si que están buenas…!--- Y dando unas carcajadas que se clavaron en lo más profundo de “Juan diezpatas” se alejaron de allí sin quitarle ojo a la garrota… pero el hombre comprendiendo que había sido burlado en la arrogancia de pretender ser más listo que nadie… se cayó y respirando profundo se alejó de allí, mientras pensaba: --¡Maldita sea, si digo algo … voy a ser el jolgorio del pueblo…”asinque”, que les aproveche a estos ¡Bandidos! Y la próxima vez mal que les acompañe la mesma muerte soy escapaz de liarme a “zurríos” con tos ellos…, y ahora voy a por las mulas y ver que “manjecho” en mi huerto…y mientras se dirigía camino de las cuatro calles no pudo evitar recordar aquel lejano día en que “Bernardo Ligerino”, “Tomás Bomba” y el mismo, fueron a por ciruelas y volvieron con ellas pero también con alguna que otra “pedrá” del tío Cesáreo que no lo veía bien…, porque eran suyas.
A pesar de su silencio…”Juan diez patas” no pudo evitar ser la “comidilla” del pueblo…ni él,… ni sus peras….

viernes, 19 de diciembre de 2008

MITSUBISHI

Giré mi cuerpo, despacio,…muy despacio, mientras, bajo mis pies, el hielo crujia haciendo sonar chasquidos que llegaban a mis oídos con la vaguedad que permitía mi gorro de lana, miré al lejano horizonte y ningún accidente geográfico se adivinaba entre mi posición y la línea que separaba el blanco hielo del azul nítido que resplandecía en el cielo despejado. Era todo blanco, un blanco que habría dañado mis ojos de no llevar mis gafas Ray Ban para nieve con cristales tratados con un baño de iridio luminiscente a bajas presiones, un blanco que me incomodaba, como el blanco de una página que está por escribir. Empezó a llegar a mis oídos el suave (al principio) ulular del aire para convertirse rápidamente en un canto machaconamente nervioso, todo estaba en silencio hasta el mismo momento en que empezó a soplar el viento con una furia desatada que en el momento inmediatamente anterior nadie hubiera podido presagiar. El viento arrancaba briznas de hielo que depositaba de nuevo sobre el mismo hielo y vuelta a empezar volviendo a arrancar de nuevo y depositándola un poco más allá en un ejercicio inagotable y perpetuo.
Llevé mi guante derecho al rostro y acaricié una vez más mi nariz que debido al frio parecía pertenecer a otra persona, noté como estaba áspera y al apretar con los dedos, sentí dolor, un dolor sólido, rotundo y lacerante que me hizo agradecer el gorro de lana extremeña, que manos extremeñas tejieron para que una cabeza extremeña como la mía lo ciñera, largas horas debieron tejer aquellas extremeñas manos para abarcar tan extremeña y tan extremadamente gorda cabeza…pero protegía del frio en tierras tan lejanas y con tan extremada dureza como los inviernos de Extremadura son capaces de soportar…
Los calcetines de thinsulate, (que no es otra cosa que lana de la buena-buena), protegían mis dedos del frio y dejaban espacio para que pudieran moverse apenas en tan reducido espacio pero permitiendo conservar el calor propio, las botas de goretex, (o sea de plástico) hicieron crepitar de nuevo el hielo y con mucha dificultad conseguí entrar nuevamente en la tienda, que se batía contra el viento luchando por conservar sus amarres…pude quitarme las botas e introducirme en el saco de dormir, poniendo encima la parka para que impidiera que mi calor corporal se escapara, y allí arropado de nuevo tiritando y encogido en posición fetal agucé el oído pues el viento furioso empezaba a arreciar dando a sus sonidos formas caprichosas, similares a femeninas voces, voces lejanas por momentos chillonas y al siguiente susurrantes y zalameras….
--- ¡Calor! , ¡Que calor…! --- Parecían decir aquellas voces femeninas y rotundas que en mi mente confundida se asemejaban al acento claro y rotundo de ni Extremadura natal.
--- ¡Chacha, que calor ha jecho…, como sigamos asín no se qué va a ser..!---Quizás el destino se burlaba de mí trayendo a estos momentos tan duros, voces y acentos familiares que hicieran más duro el final…
Abrí un ojo y luego con un costoso movimiento, saqué la cabeza de debajo de la sabana y allí estaba el causante del rabioso ulular del viento, una consola de aire acondicionado que exhibía orgullosa su origen japonés. Mitsubishi en letras rojas… puse los pies en el suelo, sintiendo la libertad de movimientos sin calcetines opresores y el cálido suelo me devolvía algo del calor que anhelaba, calcé mis pies con las chanclas azules y presuroso, aparté la cortina de canutillos que me separaba de la calle y con paso firme me dirigí a la acera, donde tía Dionisia y la señora Juana seguían hablando del calor que había hecho durante la siesta…Pararon un momento mientras se fijaban en mí, que aun tiritando me ponía al sol con los brazos en cruz en un intento de recibir más extensamente los benefactores rayos, los ojos guiñados y a veces cerrados para evitar la cegadora luz de la cálida estrella.
Tía Dionisia, recuperada de la sorpresa inicial alcanzo a decir: ¡Damián, hijo!, ¿...Acaso tas vuelto tonto…?—Mientras la señora Juana me miraba a mí y luego a su contertulia sin enterarse de nada..
Pasados unos momentos empecé a recuperar el calor y con él empezó a fluir la sangre por mi cerebro, recuperado ya su líquido estado, pues se debe atribuir a la solidez de la congelación el lento circular de la sangre por mi cerebro y el embotamiento de mis ideas.
--Es que tía Dionisia, mi suegro a puesto hoy el aire acondicionado y se conoce que estaba muy fuerte y no he pasado más frio en mi vida…gracias que les oí a ustedes hablar del calor y me desperté que si no…, ¡Atchis!—estornudé violentamente como queriendo hacer más creíble mi versión, mientras la señora Juana pasaba un pañuelo por su frente y encaminaba sus pasos hacia el abrigo de las gruesas paredes de su casa, mientras movía su cabeza de un lado a otro como negándose a entender lo que veía y diciendo en voz muy baja: ¡ Pos anda, chacha que estamos aviaos…!

lunes, 8 de diciembre de 2008

MANTITA DE COLORES

Aquí, al abrigo de mi mantita de colores, en penumbra solar, cielo cubierto de nubes que ocultan un sol brillante y pleno que mi mente adivina más allá de lo que mis párpados pesados permiten ver... aquí me encuentro, viendo gotas de lluvia golpear el cristal de mi blanca ventana, reconfortada en el abrigo que el cristal me brinda, aprieto el mullido cojín que mis huesos hace descansar, respiro hondo y a mí llegan olores a limpio, la toalla que reserva la limpieza del brazo de mi sofá me devuelve algo de lo que con tanto placer le dedico, olor a suavizante, a limpio. Aquí, en el silencio de mi siesta, placentero refugio que mi mente adormece, calorcito en píldoras, mis pies notan frío suave y los encojo para ponerlos a resguardo, en mi mantita, mantita de micro fibra, ligera y alegre que en la oscuridad tenue de mi salón deja adivinar el colorido que esencia de luz parece, divertida muestra de colores vivos que mi calor resguardan.


Aquí en la nebulosa que mi mente empieza a fabricar en la medio conciencia de mis sentidos me dejo transportar hacia el mundo del sueño, me conforta tener la cocina hecha, los platos y vasos limpios en su sitio, mi suelo verde con rayitas blancas recién pintadas ayer, todo mi universo girando en torno a mi, cada cosa en su sitio, nada al azar, alejada del caos, mi seguridad, firme refugio en mi mantita..., veo desaparecer la tele, mi reloj barato, la mesa de cristal que brilla en la oscuridad gracias a las pasadas que mi brazo incansable le dedica en las mañanas..., todo es tan placentero, todo esta tan sólido en mi mente que poco a poco todo desaparece, curioso, lo más firme se lo lleva la nada... y así, aquí, en este rinconcito del universo, este espacio entre el cielo y la tierra, este pequeño terreno que mi cuerpo acaricia, experimento la paz, sin desear nada más, que mi mente se pare, que note la suave lentitud de no tener nada en que pensar, nada pendiente de hacer, por un momento todo hecho..todo acabado, todo en su sitio, todo bajo control, y ahora vuelvo a respirar fuerte, profundo y dejo de estar, desaparezco por un rato y no me importa donde voy, este es mi momento, feliz, una pequeña porción de felicidad, que es lo más cerca que voy a estar de ella...por eso me gusta...por eso me hace feliz... Mientras ya no estoy, gotas caen sobre el cristal y traviesas resbalan buscando el camino hacia abajo, mañana tendré que limpiar los cristales...pero eso será mañana...

jueves, 4 de diciembre de 2008

LA BAYETA


Necesito escribir en mi diario esta duda que me corroe, no me deja vivir y confunde mis sentidos. Toda persona que limpia, como es mi caso, necesita de herramientas que la ayuden y permitan hacer más liviano y eficaz su trabajo, por eso voy a analizar hoy uno de los mayores avances en la técnica de la pulcritud extrema, se trata de la Bayerina, es esta una bayeta de características especificas que la hacen valiosísima para cualquiera que se vea en la necesidad de realizar un trabajo impoluto (Aunque pueda parecerlo, no es palabrota), esta mágica bayeta es de color amarillo y tiene unas propiedades que la hacen extremadamente absorbente es tanto lo que absorbe que según un estudio de la universidad Ohio (Joio es otro estado, normalmente más placentero), se puede implementar una técnica por la cual se harían más rápidas las transfusiones de sangre, bastaría con una pequeña incisión (no confundir con infusión que eso es lo del té) y aplicada la bayerina en la herida esta sería tan efectiva absorbiendo que con retorcerla en un cubo se conseguiría más cantidad y más rápidamente la anhelada transfusión, ahora experimentan con cruasanes de cuatro días al sol, pero aunque se consigue más cantidad, se ve afectada porque aumenta el azúcar en la sangre y eso no conviene… En fin, lo dicho este eficaz instrumento tiene una problemática que a mí me corroe, pues existen en el mercado diferentes presentaciones de este simpar instrumento y como quiera que el original muestra en su precio una adversidad extrema mi duda es optar por los productos de marca blanca, pero estos tienen otra adversidad que si bien el precio hace olvidar rápidamente, existe. El hecho es que tienen un tamaño muy grande y si la parto por la mitad pasa a ser muy pequeño, así es que la recorto y se queda una bayerina más pequeña pero más manejable, pero me llevan los demonios cuando en el afán de ahorrar he de tirar el sobrante… y encima viene el penco Ruso que se come las salchichas de tres en tres y me dice que claro que asi no vamos a ahorrar nunca… si es que no me entienden y aquí ando yo con esta duda que como me altere mucho cojo compro de la cara y asi se acabó la duda, habrase visto….