viernes, 10 de abril de 2009

YO, COSTALERO

--¿Damián…eres mi mejor amigo?—Me preguntaba poniendo su mano izquierda en mi hombro.
--¡Claro, tu mejor amigo, Joaquín… pero no insistas que no voy a dejarte mi coche nuevo…--Mi coche nuevo, me pidió dos días antes…, mi coche nuevo…¡Vamos hombre…!
--Yo sé que vives tú fe de otra manera, que estas cosas de Semana Santa y las procesiones te parecen banales, pero en el fondo entiendes lo que significan para gente como yo…--Me dijo mientras negaba con lentitud, moviendo la cabeza.
--Bueno si no se trata de mi coche…te ayudaré otra vez en la nueva mudanza…, hay que ver que complicado eres para encontrar una mujer que te soporte…--Nuevo intento de distraer su atención, una vez salvado mi coche….pensaba en mi taladradora…
--Verás es que estoy de baja…, por lo de la espalda…,-- Dijo con cara de pena y llevándose la mano a los riñones—Había pensado que un tipo como tú, recio, buen mozo, alto con músculos de acero, piernas como columnas de alabastro y unos hombros anchos como culo de caribeña, (En realidad no lo dijo así…, lo que dijo fue: un mostrenco como tú, un buey jarto de harina, un tochón de hombre) podría sustituirme en el paso este año no sea que algún tipo con cámara y conexiones laborales con mi empresa decida hacer el film de su vida…
--Pero si yo no conozco nada de esas cosas, es más de pequeño me daban miedo, más miedo que los gatos…, y mira que los gatos me daban miedo…, ya no…(mentí)--Intenté esquivar de nuevo…, empezó a parecerme que dejarle mi coche nuevo, no era para tanto…

Pues nada…, una vez más mi firme resolución al decir que no, no sirvió de nada…Allí estaba yo vestido de fraile, con la capucha puesta esperando meterme debajo del paso…cuando llegó un tipo que me recordó al Brigada Espotorno, lejano ya en el tiempo y famoso por no repetir dos veces ninguna orden…, nunca le hizo falta hacerlo…, a este tampoco pues aunque era el mayordomo distaba mucho de venir a servirnos…
--A ver, el nuevo se pone entre medias de Palomeque y Julián…que son los que más experiencia tienen…-- dijo poniendo sus manos en los hombros respectivos, como si mandara a sus “muchachos” a una misión de “vida o muerte”…--Serán los más experimentados…pero son más bajitos que yo…---Me atreví a decir, pero una mirada de lo más piadosa me hizo poner cara de primera comunión y solo me faltó juntar las manos y coger un “librino” blanco.

Palomeque se puso detrás mía y delante, Julián. Conseguimos sacar el paso de la iglesia, a pesar de no tener más de un dedo de margen a cada lado... (Vale, un dedo muy gordo…pero poco más…). Empecé a sudar, no sé, si por tanta gente como había mirándome, (A mí, no, al paso…) o por el esfuerzo, porque aquello pesaba como una pierna mía,…por lo menos. Yo estaba en el costado izquierdo del paso…al lado de una campanilla que había…lo recuerdo por que la primera vez que le dieron un martillazo a la campana, casi se me desatan las sandalias del susto, mientras Julián se reía a escondidas de Espotorno… Aquello quería decir que había que parar…y así lo hicimos…bajamos con cuidado la imagen y para ello yo hube de inclinarme un poco…lo justo para notar como Palomeque estaba detrás mío…miré de reojo y allí estaba el con una sonrisa de oreja a oreja, cuando vi a aquel tipo en la oscuridad sonriendo y tan pegado a mí…pero pegado, pegado, tanto que empecé a albergar dudas sobre si lo que yo notaba era un cirio, un crucifijo o algo que no merecía devoción alguna… no pude reprimir un estremecimiento y todo mi cuerpo se puso tan tenso que tiré del paso hacia arriba, y no diré que lo levanté porque seria mentir, pero los candelabros se movieron y Espotorno nos miró con desaprobación…Di gracias, por ponernos en marcha de nuevo… a pesar del nuevo susto de la campana y de cómo me pareció ver a Julián que en lugar de ir tirando hacia arriba del paso, parecía ir colgado…no por nada…ir colgado, o sea agarrado, como si levitara y evitara el trabajo (pensé: otro con dolor de espalda...), que si no se explica…lo de ir colgado puede entenderse de otra forma…

Reinaba un silencio sepulcral. La mayoría de la gente, al pasar la imagen daba muestras de respeto y se mantenía en silencio, tratando de adivinar quién se escondía debajo de las capuchas… hasta creí ver a un tipo con cámara que insistentemente trataba de captar mi cara…(después de todo, Joaquín podría tener razón…) Un nuevo martillazo a la campana nos hizo parar…y a mí se me secaron las axilas con el susto…volví a notar la “presencia” de Palomeque y para evitarle me puse de rodillas, consiguiendo varias cosas y de ellas ninguna buena…Un niño al que rodeaba su padre con los brazos pregunto:
--¿Porque se arrodilla, papá?—Mientras yo miraba hacia atrás en demanda de una respuesta…
--Debe ser que ha hecho alguna promesa…--Y a continuación ponía un dedo en sus labios y le mandaba callar…
--Si, menuda promesa tengo yo con Palomeque---Pensé para mí, mientras me reía por un instante y volviendo a la seriedad propia por no romper la magia del niño y porque al arrodillarme y mirar para atrás vi a Palomeque de nuevo, con una extraña sonrisa en los labios…

La campana hizo que reiniciáramos la marcha y que yo mirara con hostilidad al del martillo cada vez que intuía su presencia… Al rato sonó de nuevo la campana y Palomeque tapándose los oídos se acercó (Más aun) a mí y me susurró: Una saeta. ¿Una saeta?—pregunté justo cuando empezaba la cantaora a quejarse amargamente…entré la campana y la saeta, mi corazón estaba henchido (Como Palomeque) y ya estaba yo tan susceptible…que agarre a Palomeque y tirando de Julián le puse delante de este, a Julián en mi sitio y yo detrás, con lo cual hacíamos una perfecta escalera y repartíamos mejor el peso…debieron verme muy mal, porque no dijeron ni media…, fue pasando el tiempo y con él el cansancio se notaba…llegamos a la puerta de la iglesia y aun con más maestría logramos entrar sin hacer ni un solo rasguño a cosa alguna, dejamos el paso y al ver a Palomeque con un llanto quebrado impropio de varón (En el decir de la tradición…) No me contuve y rompí a llorar, allí estaba yo…toda la noche esquivando a Palomeque y ahora abrazados buscando consuelo de tanta emoción contenida…

Se acercó Joaquín y abrazándome me dijo:
--Gracias…, amigo.—luego me dio una bolsa con un bocadillo y un refresco.
--Gracias a ti, por darme la oportunidad de vivirlo…--y acto seguido le di un mordisco… (Al bocadillo, claro)

2 comentarios:

  1. Pero bueno...vamos a ver, la sensación que me dá es que tú lo que no querias era tener a nadie detrás que te incomodase ó te acomodase (que es peor), pero no piensas en el pobre Julián, que te aguantó detrás durante toda la procesión, yo te entiendo, porque aunque al final sea casi lo mismo...no lo es, y siempre es preferible tener a alguien delante a tener a alguien detrás.

    Elmanchego

    ResponderEliminar
  2. Que gozoso muerdo al bocadillo después de tanta trabajalera, como merecido alivio que tiene cualquier currante u obrero. Me ha encantado la lectura, descubre la penitente voluntariedad desde una perspectiva que parece oculta, pero que pertenece también a la carrera oficial, pues de alguna manera hay que cubrir ese “paso” si se trata de verdaderas hermandades. Y mejor así, con buen humor y mejor talante sin quitar ni un ápice a la pasión y esfuerzo con que se vive en primera persona.

    Enhorabuena, es un texto original, realista y costumbrista que además guarda, desde mi punto de vista (cada uno con su saeta), todo el respeto que merecen este tipo de sacrificios y tradiciones.

    ResponderEliminar