miércoles, 4 de junio de 2008

ABDOMINALES A LA SOMBRA DE UNA ESPALDERA


Harto de ver con dificultad la punta de mi pies, debido a la interposición de un cuerpo extraño a mí, que algunas voces maledicentes aseguran, es mi tripa; empecé a considerar la inverosímil posibilidad de ir a un gimnasio, esto ocurrió el día que comiendo pipas en un banco, se me cayó una pipa pelada y de una manera alarmante me di cuenta que esta no llegó al suelo, sino que quedó en tierra de nadie entre el suelo y mi boca, o sea en mi tripa,… pero por fuera.
Haciendo acopio de decisión me obligué a acudir a un gimnasio, haciéndole saber al monitor, (que es así como llaman al tabernero o camarero de los gimnasios), no sé porque hago esta aclaración si el concepto estaba claro, quizás paso demasiado tiempo en el restaurante. Haciéndole saber que mi intención al acudir a su establecimiento era reducir un poco mi volumen corporal y que bajo ningún concepto deseaba ponerme de esa manera tan exagerada que se ponen algunos,. . . luego mi tabla de ejercicios debería ser ligera, pues ligera deseaba yo que fuera mi estructura corporal.
El monitor, un tipo bajito, pero que daba la sensación de ser más ancho que alto, por el tamaño de su hombros, no pudo dejar de emitir un ruidito parecido a una carcajada, no, seamos sinceros se estaba partiendo de risa y poniéndome una mano en el hombro y mirándome a los ojos me dijo: --No, no te preocupes que eso no va a pasar - -. Tranquilo por haber dejado claras mis intenciones de no ponerme como un mostrenco, recibí sin pestañear las instrucciones básicas y las normas elementales de utilización del gimnasio, utilizar una toallita, dejar el aparato utilizado en mejores condiciones higiénicas que al empezar el ejercicio y en definitiva consultar al monitor cualquier duda sobre la realización del ejercicio para evitar en lo posible hacernos o hacer daño (que también podía ocurrir), se preguntarán ¿porque no pestañeaba mientras recibía las instrucciones?, es sencillo, delante de mi había un tipo haciendo apertura de pecho con la totalidad de la pila de pesas, eso no seria extraño encontrarlo en un gimnasio, pero aquel tipo, resulta que tenia pechos por lo tanto no era un tipo si no una escultural amazona con una cabellera rubia y unos glúteos a los que se debería pedir permiso para que se apartaran en el hipotético caso que aquel ángel decidiera expeler una angelical ventosidad, mientras aquella belleza maniobraba con el aparato me tragué toda la disertación y el monitor atento él, me dijo:--¿Alguna duda?—Y yo contestando que no, me volví por donde había venido hasta que me detuvo y me pregunto: ¿adónde vas?, que las bicicletas están por allí.
Me subí a la bicicleta, no sin dificultad pues el sillín debía estar a la altura de la espectacular sueca, que luego resultó no ser de Suecia, sino de Huete en la provincia de Cuenca, el caso es que estuve quince minutos con un meneíto característico pues como no llegaba bien a los pedales el vaivén del movimiento me dejo la zona intermuslar (Esta palabra no existe pero la utilizo para no decir que me estaba dañando ostensiblemente lo que ponen las hembras del pollo).
Después de veinte minutos de contoneo, me bajo de la bici, desorientado y con unas molestias evidentes en la entrepierna, según la tabla me correspondía hacer unas series de abdominales, por lo cual me puse en la mejor posición de partida que hay para ejercicio alguno que es la de estar tumbado, tumbado en una colchoneta muy fina para mi gusto. Puse los pies en las espalderas y no sin esfuerzo intente ver mi ombligo, haciendo un saludo similar al de los japoneses pero sin tanta gracia; a la tercera repetición, no sé porque extraña configuración del espacio interestelar, me vinieron unas tremendas ganas de hacer ruido lo cual no era extraño a las cuatro de la tarde en plena digestión y en una postura “muy poco” digna, pero yo educado en la más refinada compostura victoriana, conseguí , no sin esfuerzo contener dicha necesidad “oratoria” y mantuve un silencio sepulcral, roto en parte por la irrupción de otro necesitado de ejercicio físico, que llegó a la puerta gritando ¡Buenas Tardes! Como si estuviera vendiendo pescado, aquel tipo echó un rápido vistazo a los allí congregados y no sin mi asombro emprendió una carrera dando fuertes golpes en el parquet con los pies, (si los hubiera dado con la cabeza, posiblemente serian menos sorprendentes). Pues eso se dirigió a mí como si fuera una apisonadora, y yo comencé a ver que aquello tenía una gran intención hostil hacia mí persona, en forma de una zapatilla Nike del numero cuarenta y cinco, pues dando un grito tremendo saltó sobre mí y dejo la suela de la zapatilla a escasos centímetros de mi cara, yo en un acto reflejo lancé mi mano al sitio más cercano que no era otro que las tendencias naturales de este abominable ser, que perdió toda su apostura y elegancia y se dobló como un junco cuando se dobla por el acto malvado del machete, dejando su jeta a escasos centímetros de mi cara, como antes estuvo su zapatilla.
¡Os-Ostias, tío, perdona que te he confundido con otro! A la vez que me decía esta poco original frase, yo me dejé llevar y empecé a ser alegre y dicharachero pero por donde no debía y solté uno de los más logrados discursos que jamás gimnasta alguno hizo sobre las virtudes de hacer abdominales sin gases inoportunos a la sombra de una espaldera.
Hubo un intercambio de disculpas, y recuperada ya una postura erguida, ambos empezamos a reír como dos locos, pues aquello era para reír sin parar y sin duda alguna era de locos, cimentando de esta manera una incipiente amistad que aun hoy perdura como el tamaño de nuestros abdominales que siguen siendo igual bajo una capa de grasita ocultadora pero que no puede esconder que allí hay abdominales, ¡vaya si los hay!

2 comentarios:

  1. Sí sí Perolo, `¡lo recuerdo perfectamente! Fue allá por el año... bueno, que más da. Por entonces yo trabajaba en aquel gimnasio, era el encargado. ¿Te acuerdas de mí? ¡Sí hombre!, era el que se encargaba de la limpieza de la moqueta y de las bicicletas. Y recuerdo también que cuando limpiaba la usada por tí, me tenía que poner una mascarilla porque al llegar al sillín... jejeje, ¡pa qué te voy a contar! ¡Varón Dandy en toda su esencia!

    Eso sí, tu sacrificio fue ejemplar, llegaste a perder en solo cuatro meses, no recuerdo se fueron 32 o 33 gramos. y al finalizar el curso, aquella barriguita incipiente que tenías cuando lo iniciaste, brillaba en todo su esplendor, como brilla el de una embarazada de 8 meses y tres semanas.

    Eso sin contar que gracias a aquel gimnasio descubriste que tenías miopía. Y gracias a tu esfuerzo ginmástico, esto dio lugar a reparar tu maltrecha vista.
    Bueno, no sé si fue gracias a tu esfuerzo, o gracias a que quisisiste ver con toda claridad, aquella estatua a pecho descubierto y de glúteos mareantes.

    En fin, que un gimnasio es la mejor decisión. Eso para que luego no apreciemos el poder de sacrificio que tienen las damiselas para poder lucir un palmito de esos que hace que se te pongan los ojos como puestas, cuando vienen de frente y... cuando se alejan. jejeje.

    Un abrazo campeón.

    Un anónimo llamado Pedro

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  2. ¡Eh, Eh!, con la tripita incipiente (ja, ja, incipiente...)te puedes meter lo que quieras, pero con mi puerta "trasera", no admito bromas que enseguida me pongo a pelar productos canarios como el del video( iba a poner pelar platanos pero quedaba raro, raro...).

    Que tengas un buen dia.

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