jueves, 10 de julio de 2008

YO ESTUVE EN SAN FERMIN, pero poco

Debió ser allá por el año… del mundial, el Jerry (a partir de ahora diré Joaquín, pues me consta que lo prefiere y mi cogote, también), Joaquín decía…, siempre tan mundano tenía el carnet de conducir como aquel que dice, recién salido de la imprenta y un coche, si, aquella cosa tenia ruedas y un motor, luego era un coche, podría haber sido un avión pero no tenia alas, es lo que tiene… ser coche.
Yo había salido bien parado de mis extensos estudios aquel verano y Joaquín también, quiero decir que había salido, salido de estudiar, pues su padre harto de sus eructos de curso (lo de él no eran repeticiones eran eructos), harto su padre le había sacado del Instituto y le había colocado en un puesto de su perfil, encargado de distribución mercantil, que no es que fuera gran cosa pero le proporcionaba pingües beneficios en forma de propinas pues tenía un vehículo a motor humano y se dedicaba a subir los pedidos de la tienda de ultramarinos donde trabajaba. Años más tarde dispondría de su propia red de distribución e incluso dos locales propios, todo esto cierto y sin segundas lecturas.
El caso es que debido a que él tenía dinero y los “listos” no teníamos un duro, llegó primero a todo lo bueno, se sacó el carnet, no sé cómo, sería el único momento de su vida que estudió, ese y el día de su divorcio que si no estudia le dejan con el vehículo a motor humano y nada más, pues eso tenía… ¿coche?, si era un coche, un ciento treinta y tres blanco último modelo pues no hicieron más como aquel, era tecnología punta de la última hornada, disponía de unos fusibles de última generación fabricados de un elemento nuevo, llamado papel albal, se calentaba como las uñas del motorista fantasma, en el nos plantamos en Pamplona y una vez allí decidimos dejar el coche fuera del casco viejo y emprender la conquista de la ciudad con nuestro encanto personal que era más bien poco.
Nos vestimos como los naturales de aquellos contornos y ataviados con el uniforme de pantalón blanco, camiseta blanca, pañuelo rojo en el bolsillo, de momento y el tabaco y el mechero en la manga de la camiseta, calzado yo con unas zapatillas Yumas azulonas, con bandas naranjas que a pesar de lo horteras que eran aun me siguen pareciendo bonitas y el con unas John Smith blancas en sus orígenes pero de un color indeterminado en aquel momento; emprendimos el camino para presenciar el chupinazo, según íbamos caminando, Joaquín se adelantó y con el delante pude ver un desatino mayúsculo que no pude reprocharle pues a mí me había pasado los mismo.
--¡Demonios Joaquín! Si llevas los calzoncillos azul oscuro y no veas el cante que dan con el pantalón blanco.—Se paró un instante se miró al paquete, (el de tabaco no, el otro) y dijo: ¡Ya!, ¿y..?, es que es el color más sufrido, no tengo más que estos, quiero decir de este color (a pesar de la aclaración no despejó mis dudas sobre si tendría mas, eso de “sufrido”, no sé, no sé), son de los buenos, Abanderados de toda la vida, slips creo que les dicen.—Ante esta percepción vital de la vida, pensé: ¡Qué demonios!... Y continuamos hacia la plaza para oír el chupinazo.
Nosotros estábamos allí como si hubieran puesto a presentar las campanadas de navidad a Cándido Méndez, no cogíamos onda pero poco a poco aquel despilfarro de vino, hizo mella en Joaquín, justo cuando empezó a bebérselo en lugar de derramarlo, empezaron a decir cosas de vivas y vivas y de repente sonó un disparo como un cañón y Joaquín me agarró de los hombros y me gritó:
-- ¡Jolines! (sustituir por ¡Ostias!), Damián ¡que dijeron que cuando oyéramos el “cobete” era que soltaban los toros!—Logré tranquilizarlo y pudimos dejar aquella algarabía para salir a una de las calles adyacentes, donde ya eran menos los que te gritaban al oído. Recordé que era costumbre ponerse el pañuelo rojo después del chupinazo, no tiene merito pues lo recordé cuando vi que todo el mundo se lo ponía, yo me lo puse y Joaquín no quería, yo insistiendo: ¡Joer!, Joaquín que es la costumbre, ¡Jolines! (sustituir por ¡Ostias!) que te lo tienes que poner. Y Joaquín diciendo que no con la cabeza.
-- Mira que eres burranco, si son las costumbres de aquí.
-- Que no, jolines (sustituir por ¡Ostias!) que me he sonado las narices y está el pañuelo como para ponérselo en el cogote, …te lo cambio….
-- No, si tampoco es tan importante, no te lo pongas si total...—Zanjé como pude este desagradable asunto.
Después de comer algunas latillas, estuvimos dormitando en el césped de uno de los numerosos parques, volvimos a comer algunas latillas y preparamos un brebaje en el estomago que la pócima de Asterix debía ser suero fisiológico comparando con aquella mezcolanza de latas de atún, berberechos, magro de cerdo, caballa, y además un trozo de chorizo de Pamplona que nos tiramos masticando un buen rato pues parecía silicona de rellenar… cosas “pá” rellenar (no me pidan detalles).
El caso es que estuvimos en un concierto no sé muy bien de qué ni de quién pues los recuerdos de aquel día son una especie de nebulosa mezclada con gente vestida de blanco con cosas en las manos, ¡Ah sí!, vasos y dando brincos para un lado y para otro, poco a poco abandoné aquel estado de levitación para caer en brazos de Morfeo.
Primero abrí un ojo y luego el otro tenía la cabeza aun en su sitio, pero el estómago había desaparecido, la visión que presencié, fue aterradora, para no olvidar jamás, a escasos centímetros de mi jeta estaba Joaquín. Babeando y haciendo un gorgojeo como de paloma arrulladora.
--¡Eh Joaquín, despierta que es el primer encierro, es a las ocho y son menos diez!—le zarandeé mientras alejaba de mí tan traumática visión.
--¡Que no, no puede ser tan pronto, por lo menos será a las diez, déjame dormir! – Le levanté del suelo y mientras se acababa de despertar pasó por allí un Japonés con una cámara de fotos, Nikon era la marca, menudas letras tenia…-- ¿A qué hora son los encierros?—Le pregunté, a la vez que pensaba en lo absurdo de mi pregunta al único Japonés que debía haber en Pamplona aquel día.
¡A las ocho!—Me dijo en castellano, mientras aceleraba el paso.
Corrimos y llegamos con el tiempo justo para oír el chupinazo y ver como corrían todos para un lado mientras nosotros dudábamos, pero dudamos muy poquito, por que aquello era como si regalaran cordero, todos corriendo, y Joaquín gritando:
--¡No corras, que es peor!-- , mientras yo le gritaba a mi vez.—Que te espero dentro—De repente vi una cosa negra con dos palos en to lo alto que venía detrás de Joaquín y como asombrosamente los dos me adelantaban (¡No corras, que es peor, decía el muy mamón!) no veas como volaba el cobardica, entramos en la plaza y fue un recibimiento apoteósico, al toro porque a nosotros no nos conocía nadie, pude ver como el toro seguía a Joaquín y como cogió el bandido a un tío que estaba subido en la barrera y se lo echaba encima cogiéndolo del cuello del jersey y del cinturón, como si fuera un saco terrero, el pedazo animal aquel( El toro, no el tío de la barrera) se quedó medio clavado en el burladero con el Joaquín a un lado y el tío al otro, se miraron los dos y de un salto sincronizado se pusieron al otro lado, ¡Chacho, visto y no visto!, había que ver al tipo aquel jurando en Arameo, ¡ …que si eso no se hace,… que si es insolidario, que si me cago en la madre que parió a Paneque…!. Pero Joaquín blanco como sus pantalones preguntaba:
--¿Qué ha pasao, que ha pasao?--. Cuando recuperó la color se subió la barrera, se hizo un sitio en el tendido y me dijo:--Ni yo ni mis pantalones blancos, acompañados de mis calzoncillos azules, volvemos a pisar el suelo hasta que no encierren a esas malas bestias las de dos y las de cuatro patas--Cuando quería sabia ser muy “bien hablado”
Ahí terminó mi visita fugaz a los San Fermines, excepto cuando volví años más tarde en el mes de Noviembre y entonces sí que pude correr y correr sin agobios , ni personales, ni cornamentales (Perdón ornamentales), ¡Ande va a parar, así, si que se corren bien los encierros, ¡así si!.

2 comentarios:

  1. ¡Si es que no podéis salir de casa chacho! ¿Ande vais con esa tartana y calzoncillos azules?
    ¿De romería?

    Luego no es de extrañar que por donde vais, vais, (valga la duplicancia), haciendo el ridi.

    ¡Irriesponsables! ¡Insensatos!
    ¡Imprudentes! ¡Irrieflexivos!
    ¡Irietetu! de la calle del percebe! con vosotros dos corriendo por la Estafeta como patos mareaos con el pañuelo rojo en los bolsillos. ¡Qué deshonra Dios mío!
    Menos mal que no te llamas Pepe Gotera y tu amigo Otilio, porque desde luego, para ir a los sanfermines a hacer chapuzas, mejor cogéis una azá y os vais a quitar hierba a la huerta que allí lo único que corre es el agua, Y cuidao no os ajoguéis, que torpes sois pa eso y pa mucho más.

    La próxima vez mejor os vais al Festival Medieval de Toledo vestidos de lagarteranas y por lo menos no dejáis a la familia preocupados, ni a los toros preguntándose qué narices hacían por allí dos gallinas atolondrás.

    Y si hay que correrse algo, te dejas a tu amigo en casa como hiciste, (menos mal que tuviste un momento de lucidez), y a correr pero sin correr, que así cuando se produce la cogida en la corrida no hay peligro. Bueno no hay peligro si haces una faena decente que o si no, también puedes salir con un chichón en la cabeza, por torpe.

    ¡Pero irse a los Sanfermines! jajajaja. ¡Hay que joerse!

    Muy bueno artista.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Que buena historia perolo sigue así.
    Lo que me he reido jajaja

    ResponderEliminar