domingo, 22 de junio de 2008

PEROLO, MATADOR DE TOROS

El albero ardía, en el tendido de sol, los abanicos parecían simular el mar encrespado con olas juguetonas y caprichosas, el paseíllo iba a dar comienzo y en todos nosotros reinaba un nerviosismo que solo remitiría un par de días después, ¡por lo menos!

Joaquín (el Jerry) era mi apoderado, también era mi banderillero desde el comienzo de mi carrera en el arte de Cuchares, el arte de la cuchara ya lo tenía más que aprendido desde la más tierna infancia, nos aficionamos a este noble arte un día en que estábamos celebrando un bonito día de de campo y aparecieron unas “lindas vaquitas” que decidieron pasar por el mismo sitio donde teníamos el “salón comedor “era digno de ver la destreza y habilidad con la que subimos a los arboles, todos excepto Trini que por ser una mujer con mas “cuerpo” que un “Marques de Cáceres” Gran Reserva no pudo subir al árbol y si no llega a ser por el cuñado de Joaquín que le dio un pase con la muleta, no por ser torero, sino porque era cojo, no para defenderse sino para usarla como escalera, la vaquilla habría hecho una buena faena. El caso es que tanto comentamos aquella jugada que una cosa nos llevó a otra y he te aquí que hoy el día de mi alternativa (Pues las deudas no me dejan tener otra. . .Alternativa digo), nos hallamos los dos metidos en esta tesitura.

El traje de luces, de pocas luces en mi caso, lo había conseguido de un banderillero en el declive de su vida artística y lógicamente estaba un poco deteriorado, con unos costurones que indicaban que el tipo en cuestión o era muy corneado o la costurera era muy mala, pero me temo que eran las dos cosas a la vez, el pantalón o taleguilla era dos tallas o catorce más grande de lo que yo necesitaba, con lo cual parecía un pantalón de campana lavado con agua muy caliente pues había encogido de forma asombrosa, de todas formas la taleguilla no tenía “demasiado” que proteger y no me quedaba del todo mal, lo peor era el chaleco que a duras penas conseguía abrochar pues necesitaba las dos tallas que me sobraban en la taleguilla, de la Chaquetilla lo único que puedo decir es que el nombre no le iba bien, pues en mi caso era una “señora Chaqueta” aunque pareciera un chubasquero de Agatha Ruiz de la Plasta; de la montera, que por si algunos no lo saben es algo más que una calle de Madrid famosa por las “aceras y bordillos”, la montera es el gorro que nosotros los toreros llevamos lógicamente en la cabeza, diré que no me encajaba por tener yo la cabeza desarrollada al extremo por mi tendencia natural a pensar en tantas cosas que el entrenamiento había hecho que me llamaran Perolo por tener grande la susodicha y estar todo el tiempo hirviendo su contenido, el caso es que el Jerry le había puesto una goma y entre que parecía que llevaba una careta y que la montera se me quedaba por encima de la cabeza estaba más cercano de un ordenador con ampliación de memoria que de un maestro apuesto y aguerrido.

Al pasar por la puerta (que para eso está para pasar) no pude reprimir un estremecimiento al ver el cartel del festejo, mi nombre con letras amarillas, daba testimonio de mi origen espiritual y de mi inalterable pesadez, PEROLO “Peñasco de Alcollarín”; de los otros componentes del cartel no merece la pena la mención pues no pasaran a la historia como es mi caso, y por eso no vamos a hacer la historia innecesariamente larga.

Se inicio el paseíllo con los alguacilillos y detrás los maestros, los “otros” a los que no viene a cuento mencionar y yo, que infundía a mi andadura, el tronío, la guapeza y la solera
y el embrujo de la noche sevillana (perdón que esto es de estrellita), quiero decir que andaba con mis pantalones de campana con una gracia cortijera que ni un ejército de hippies en medio del Central Park de Lequeitio.

Después de ponerse todo el mundo en su sitio, el único que no estaba en el sitio adecuado era yo pues debido al consejo de mi asesor que era El Jerry me había puesto enfrente de los Toriles, recibiendo a puerta gayola y notaba en el aire que yo no debía estar allí, digo que lo notaba en el aire, pues este pugnaba por hacer su presencia desde lo más “intimo” de mi mismo, y comprendí en toda su magnitud lo que era estar, estar. . . muerto de miedo.

Apareció el toro,. . .tardó un cuarto de hora( dense cuenta de lo largo que era ese toro). . . un toro negro ( Negro como un bidón de Coca-Cola Zero), con unos cuernos finos como palillos de los redondos, con más leña que los bosques de Canadá, y con mas mala leche que los depósitos de fermento de Reny Picot; con cinco años recién cumplidos, ¡No que digo cinco, por el tamaño debía tener por lo menos dieciocho! El toro de Osborne que está en el km 42 de la a-5 en la entrada de Valmojado sería un torito de los de ponerse en la tele, si lo comparásemos con este, el solomillo (comida otra vez) de semejante bicho ha de ser comparable únicamente a un bidón de petróleo Tejas; se dirige hacia mí. ¿A ver que le había hecho yo? como si fuera un ave de los de Magdalena Álvarez( funcionando de verdad), echando una carrera para ver quien llega primero, levanto el capote (para protegerme) y va el tonto y pasa de largo, se oye una ovación cerrada y lejos de pensar que era por mi actuación , le di cuarenta y cinco pases de pecho y treinta dos de ombligo, pues me rozaba cada vez que pasaba por mi lado, extenuados el Toro por supuesto, yo sin despeinarme (Por la montera con goma) y el público harto de decir ¡Olé!. Pienso que es porque en el tendido unos aficionados han sacado una paletilla ibérica y se disponen a dar cuenta de ella, pero no, era por mí, me levanto doy otro pase, un “largo cambiao”( que no sé muy bien lo que es pero que aquí queda de vicio), le doy un pase, y otro, y otro más( parezco un portero de discoteca en lugar de . . .,de. . .¿torero?).

La gente deja de beber cerveza y me aplauden, ¡que ovación!, menos mal que me estaban grabando un video sino esto no hay quien se lo trague en el trabajo.

Entran los picadores, con los caballos lógicamente, ¡qué fuerza!, ¡qué poderío!, patas recias, cuello ancho y fuerte, musculosos, (bueno, gordos más bien), con movimientos pausados, estudiado despliegue. . . ¡lástima que los caballos estuvieran tan escuálidos!, pero lo que son los picadores eran magníficos.

Acaba el tercio con otra ovación para mí, pues pongo al toro en suerte y no le toca ná, ¡no! quiero decir que se arranca desde lejos y apunto esta de caer el escuálido caballo y el magnífico picador, pero este en un alarde de imaginación en vez de apoyarse en el toro se apoya en la arena, lo cual no es entendido por el público que sigue con el jamón y las cervezas y abuchean a los picadores, pero a mí no, a mi me vitorean. ¡Perolo, Perolo!

Joaquín pide las banderillas y le hago la misma pregunta de siempre que se que tanto le molesta, ¿Cuáles, las picantes? Se dirige hacia el toro y en el primer par se caen las dos al suelo, en el segundo se queda una y la otra a punto estuvo de clavarla. . .en uno de sus muslos (de él, no del toro) y el tercer par las pone de una manera majestuosa pero el toro le sigue y el Jerry en un misterio digno de Iker Jiménez o de Jiménez del Oso(para los más maduros). consigue pasar por el hueco del burladero, eso sí dando un tripazo que hasta el toro soplaba mirando para otro lado, ni unos científicos venidos de la Universidad de Illinois consiguieron explicar como aquella tripa había conseguido pasar por aquel hueco.
-- ¡El miedo!-- decía Joaquín --,¡ el miedo es la explicación ¡.

Con banderillas y picados los toros como tomates de Pizarro queda la faena de muleta, le pido al Jerry que me lo ponga cerca de los toriles, pero no me gusta, hago que lo ponga en los medios, pero tampoco me gusta, me lo pone cerca del tendido dos y no me gusta y ya harto me dice cabreado –Maestro, ¿ande quiere usted que se lo ponga?, y yo con esa gracia natural que Dios me ha dado y acordándome del chiste le respondo: ¡Ande no lo vea, Joaquín, ande no lo vea!.

Salgo con mi muleta y mi estaca para la muleta que en vez de torear parece que voy a por Dracula (por la estaca), el toro repite y repite como los filetitos de pollo con ajo que me obligan a comer como si yo necesitara dieta. . . Continúan, las ovaciones, los aficionados con la paletilla y las cervecitas, el Jerry con el botijo del agua que no lleva agua pero si vino de Pitarra fresquito y yo en “tó” el medio con aquel tren de cercanías que me había cogido cariño a Dios gracias sin haberme cogido de verdad, llega el momento de la suerte suprema y me acerco al mozo de espada, que también lo hacia el Jerry, ¡lo que vale este hombre! En lugar de darme el estoque, saca un cuchillo jamonero, yo me cabreo. ¡Jerry, ostias el estoque, el estoque!

Pongo el toro con las patitas de adelante, que se llaman manos, juntitas, apunto con fruición y deleite como si fuera un dardo, me hago un lio con la rodilla, las alpargatas y me caigo encima del toro, con tan mala fortuna para el pobrecito mío que quedó fulminado. La plaza se viene abajo, ¡Que le den la oreja, que le den la oreja!, y pienso para mí que me den el rabo que de orejas ya estoy bien servido,(perdón, perdón ha sido sin querer) pero me dan las dos orejas y el rabo sin guantes ni nada tengo que cogerlos,eso si son un poco de asco, doy una vuelta al ruedo, un aficionado intenta subirme a sus hombros pero después de cuatro intentos entiende porque el chaleco que llevo ha perdido todos los botones y me deja pues con tanto roce ya me estaba poniendo verraco, me tiran botas de vino, sombreros, sujetadores, latas de cervezas vacías (que bromistas. . .) y cuando empiezan a tirarme billetes de 500 euros (que les juro a ustedes que existen) oigo una voz que desde los cielos me dice mientras todo mi cuerpo se estremece, mas bien me zarandean:

¡Chacho,Chacho!, ¿ No querías ir a los toros de Zorita?, si es que vaya siestas que se echa el insignificante este. ¡Corre, y mete alguna coca-cola light en la neverita, que luego te pones hasta arriba con el jamón, y asi compensas un poco.

Me siento en el suelo, encima de la manta, con la camiseta sudá y siento una pena tan grande, para una vez que estaba haciendo algo bien resulta que era un sueño… ¡Maldita sea!

2 comentarios:

  1. ¡Jopeé! PEROLO tengo que cantarte eso de "de torero me meto a albañil… chunta… chunta… chunta Chun... y encima te dan lo que menos beneficio genera a tu insaciable estomago, ¡como tu dices, que te den el rabo cuanto menos y hacer de el un estupendo "estofado de rabo de toro", con perdón

    ¿De a donde te sacas toas estas historias Ohio?
    Un fuerte abrazo PEROLO.

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  2. ¡Cachi en to Perolo!
    Al final me has dejado desilusionao y con la estradas de sombra en la mano.
    Resulta que voy leyendo que toreas como José Tomás, me deleito viendo como desparramas tu arte por el coso taurino ¡ahora una manoletina! ¡ahora una larga cambiá! ¡Un pase de pecho! ¡un desplante!....

    Y al final, ¡ná de ná!
    Eso no se hace con los amigos, porque dime tú ahora que hago yo con las entradas.

    Bueno me voy p´al cine, a ver si como restá oscuro, consigo engañar a la taquillera, y como hacen la película titulada "Currito de la cruz" al menos me quito el mono imaginándome al "Niño de Cuchares" como recibe a "puerta gallola".

    No, si ya me lo decía mi abuela: ¡Niño no juegues con las cosas de comer, que luego tienes pesadillas!

    En fin, otra vez será, ¡maestro!
    ¡Te mereces no solo el rabo! sino también ¡el horno para asarlo! jeje.

    Firma un anónimo de nombre Pedro

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