martes, 6 de mayo de 2008

EL AGUINALDO

EL AGUINALDO
Ha pasado algún tiempo, pero yo sigo siendo en esencia la niña que fui, una niña, morena, decidida, dicharachera, saltarina, alegre con mis braguinas blancas, sucias por sentarme en cualquier lado, mis piernas delgadas como palillos, siempre llenas de heridas y alguna que otra pitera en la cabeza.

El tiempo paso y cuando recuerdo con nostalgia aquellos días una sensación molesta acude a mi estomago, quizás por la certeza de que aquel tiempo pasó y no volverá, pero no, no quiero caer en evocadores ecos nostálgicos y les relato a continuación el episodio de mi infancia en el que pedimos y dejamos “aguinaldo”.

Eran épocas navideñas y mi amiga Rebeca, la “Rebe “le decíamos los más allegados, a pesar de ser bajita era mala como hacer tostadas en la bañera, y “arrescuñaba” como nadie, doy fe, mi amiga Rebeca y yo decidimos dar una serie de recitales en forma de villancicos por la vecindad, y llegamos pasado un tiempo a la triste tesitura de decidir donde encaminábamos los pasos para difundir nuestro arte, puesto que ya habíamos agotado las vecinas, las tias y cualquier publico con cierta predisposición a perdonar nuestros berridos y la avaricia con que cogíamos el poco dinero y desaparecíamos del mapa sin terminar ninguna canción, y como quiera que habíamos decidido que el dinero seria en común, pero mis tías me daban para mí el grueso del donativo y su tio se lo daba a ella, el fondo común estaba muy en el “fondo” pero tenía poco para que pudiera ser “común”. Y debido a que yo tenía tres tias y ella solo un tio su mirada empezaba a teñirse de una clara hostilidad que no presagiaba nada bueno, el caso es que habíamos tenido un éxito rotundo con los peces en el rio, mi pandereta de piel y la suya de plástico, pero igualmente desafinadas las dos, nosotras. . ., y por supuesto las panderetas. Después de largas deliberaciones, que consistieron básicamente en que ella dijera que teníamos que ir a la “urbanización Abetos Altos” a sembrar nuestro arte por doquier, nunca supe porque se llamaba aquella urbanización “asin”, pues no habiendo Abetos no podían ser ni altos ni bajos, el caso es que encaminamos nuestros pasos a aquel sitio como si fuéramos conquistadores camino de Cuzco, y mientras caminamos yo preparé el camino y le hice ver que no podíamos esperar demasiado de aquella incursión en territorio hostil, pues ya otras veces el fruto de nuestro “don” no había sido apreciado en su justo valor y no nos habían dado nada, ella incansable al desanimo y sintiendo la necesidad de contribuir al fondo común propio, dijo que si la incomprensión de la humanidad era como otras veces ella dejaría una “huella indeleble” en sus ánimos, lejos estaba yo de imaginar que aquello era un presagio y no una declaración de intenciones.

Entramos en el primer portal y después de decidir democráticamente quien iniciaría el acercamiento al objetivo, que consistía en dos empujones y tocar al timbre, nos abrió la puerta una señora con evidentes signos de estar “haciendo” la siesta, pues tenía el pelo aplastado en un lateral de la cara (aunque hoy día pudiera pasar por un peinado de las últimas tendencias, entonces no, entonces era una “peazo de siesta”) . La cuestión es que la mirada de aquella buena señora era más hostil aun que la de la “Rebe” y no habíamos terminado aun de decir el segundo “Beben” de: “Beben y beben los peces en el rio”, cuando sonó un disparo como un cañón, como decía Gato Pérez en la canción de Maqui navaja. Aquel cañonazo. . ., era la puerta; nos dejo sordas y hasta se cayeron algunas briznas de yeso, que despertar más malo tenia la buena señora, mis sospechas eran totalmente fundadas y el presagio se fue convirtiendo en realidad, pues mi amiga me dio la pandereta de plástico y bajándose las braguitas blancas y asombrosamente limpias empezó a dejar un rastro en el felpudo, cual miembro canino, pero habiendo empezado con aguas menores, no sé porque pero fue a mayores, y yo allí ensimismada con las dos panderetas, con el oído todavía pitando, no podía asimilar que todo aquello pudiera ser de la “Rebe”, dejo tal “muestra” que si le hubieran hecho el análisis de ADN además del gráfico normal para todo el mundo, a ella le habrían sacado hasta la foto de cuerpo entero, podrían haber sacado el color de las uñas de los pies a pesar de que ya quedaban pocos rastros del esmalte rosita chicle; desde aquel día juro que no volví a mirar a mi amiga de la misma forma, desde aquel día tenía un halo de admiración que no la abandonó ni tan siquiera a dia de hoy ya casada y con tres retoños. Aquella señora no nos dio “aguinaldo”, ¡desagradecida!, nosotros si.


No hay comentarios:

Publicar un comentario