miércoles, 7 de mayo de 2008

MUY FINAS. . .

Esta mañana, estuve comprando embutido, si, debería incluir en mi dieta otro tipo de alimentos pero, pero. . ., no tengo excusa, últimamente la cena es la comida que más me gusta, el desayuno con cereales es como si comieras comida de pájaros y ni siquiera el Cola-cao de mi infancia me recuerda otros tiempos mejores. La comida. . ., a la comida no llego nunca a tiempo, nunca esta recién hecha, siempre he de recalentarla, convirtiéndose en un nutriente engrudo apto para enfoscar paredes, paso el tramite sin pena ni gloria presionado por la apremiante necesidad de poner la cabeza en algo blando, en la almohada, ¡qué bonito invento!, en un mar de nieve blanca una isla surgida de las tranquilas aguas sujetas por cuatro puntos de ajuste, se encuentra el rincón reconfortante de un sueño reparador.
Si , cometí el error, pregunté quién era la “ultima” y era un tipo de dos metros, unos cincuenta años y unas espaldas que sin duda cargarían más que una Caterpillar, - “La ultima soy yo”, dijo mirándome desde las alturas y sin apenas mover el bigotón que amortiguaba sus estornudos mas febriles, - ¡Vaya!, perdón – contesté en un hilito de voz antes de interesarme por las chuletas de Sajonia, como si no las hubiera visto nunca, ¿Como seria que acabaron aquí estas chuletas de Sajonia, tan lejos de su origen?, debe ser la corriente migratoria que hace que nadie haga el descanso eterno en el mismo sitio donde nació, ¿Dónde está Sajonia?, ¿existe Sajonia?, pensar en estas tonterías me ayuda a no pensar en el ceporro del mostacho, afortunadamente inmerso en el mar de dudas que le provoca decidir cuál de los treinta huesos de jamón ha de llevarse.
-Seis lonchas finas de chóped-, pide una señora con acento del este de Europa.
- Y muy finas – puntualiza haciendo un gesto con dos dedos, como si el charcutero ecuatoriano no supiera lo que es “muy fino”.
-Seis lonchas de Jamón de York- otro emigrante ( el jamón ) no creo que sea de Nueva York, como muy lejos será de Girona.
–Y muy, finas- pide de nuevo la señora.
El charcutero las hace tan finas que se podría adivinar el color de sus ojos si se pusiera dos o tres delante de la cara.
– Seis lonchas de pechuga de pavo-
-Muy finas – esta vez se adelanta el charcutero, en un inicio de play off que puede acabar de cualquier manera. Vuelve a pedir la señora mientras empieza una especie de disculpa – Son para mis niñas, no les gustan grandes, son muy guapas, hacen deporte, se cuidan mucho y además son. . .
–MUY FINAS- dice el del mostacho recién abandonado el mar de dudas sobre qué hueso de jamón llevarse, con una voz de barítono propia de un soldador ruso. Intercambio de miradas y sonrisas forzadas, menos las del ceporro del mostacho que se ríe igual que Santa Claus en un concierto de Barón Rojo.
Llega mi turno, deposito el ticket de turno en la papelera y aclarando mi voz con imperceptibles carraspeos pido, --Doscientos gramos de Jamón York, en lonchas, muy gordas—sigo carraspeando, mientras noto como se para el tiempo en unos cinco eternos segundos, con las miradas de todos fijas en mí, adivinando lo que todos piensan. Ni eres guapo, ni haces deporte, ni te cuidas y además no eres nada FINO, ¡Basto, más que basto! Sí, he de sopesar la posibilidad de introducir cambios en mi dieta, es evidente.

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