miércoles, 7 de mayo de 2008

YO, ACEITUNERO

Contaría por entonces, apenas con dos decenas de años en mis juveniles huesos, y me había licenciado con honores, dolores y olores, vamos que menos con dólares me había traído de todo, de los por aquel entonces obligados servicios al rey y a la patria. Siendo como era un recio joven con disposición de afrontar duros trabajos físicos, me encontraba en casa de mis padres con el único objetivo en la vida de ir a por el pan cada mañana, pues estaba en el impass de espera( ¿o es compas?) de reincorporarme a mi puesto de trabajo y por aquel entonces el paro era galopante, como mis ansias de ingresos en efectivo, mi padre que otra cosa no, pero trabajador fue siempre de los mejores, se le llevaban los demonios viendo como un tiparraco como yo era entonces, se lo pasaba todo el día destripando casetes, radios y cualquier aparato que tuviera el infortunio de cruzarse por mis dedos y mis destornilladores, sin ningún beneficio, salvo el del chatarrero por que por entonces eso del reciclaje era negociado de este insigne miembro de la comunidad (el chatarrero), pues eso que era el único que sacaba provecho de mis incursiones en el mundo de la tecnología punta, y con la punta del pie era con lo que mi padre trataba de convencerme de la necesidad de dedicar mis ímpetus juveniles en cosa más provechosa que operar de apendicitis a una batidora.

Debido a todo este cúmulo de circunstancias fue que mi padre en su afán de mantenerme ocupado se comprometió con un amigo suyo de Ciudad Real , en que yo le llevaría a su pueblo en el coche de mi padre , y a cambio traería una bonita cantidad de aceitunas, yo no vi inconveniente alguno pues la verdad quedaban pocas maquinillas de afeitar que llevarme al quirófano y por entonces lo de conducir solo se podía hacer en un coche no como ahora que es más barato con la "plei", la "vii" o con el "PC", no de los que beben en el rio, personal computer que le dicen ellos, el caso fue que emprendimos la marcha en el lujoso coche de mi padre, un 127 blanco y después de muchas horas de camino, pues no había las magnificas carreteras de las que ahora "disfrutamos" y después de no quedarme dormido, no sin esfuerzo, en las innumerables e interminables rectas que tienen en las bellas tierras de La Mancha, que aquello no era conducir ni nada; un aburrimiento que te mueres, llegamos al bonito pueblo del señor Luis, pues aquel era el nombre que adornaba al amigo de mi padre, he de decir que con la edad me he convertido en una persona más sociable y que me crie en una ciudad grande y por eso las cosas de pueblo me parecían por entonces algo "peculiares", he decir también que los años me hicieron descubrir las excelencias de la vida rural y ahora las aprecio en su justa dimensión, pero entonces era un tiquismiquis de "cuidao" y por eso el chorizo de matanza que me dieron para comer me producía una ligera repugnancia además de que me pusieron bercera, calabacera, salchichón y toda clase de productos, pero a mí me pareció que era una gente "mu" rara esta que solo comía chorizos de diferentes colores, el caso es que después de comer, aquellas cosas que ni estaban envueltas al vacio ni tenían impresas fechas de caducidad ni nada, fuimos a tomar el café, sin nada más que reseñar pues el señor Luis me comunicó que al día siguiente con "la fresca" iríamos a por las aceitunas.

Al día siguiente me despertaron a una hora intempestiva porque las ocho y media es temprano que te mueres y me dieron un tazón de leche con café, acostumbrado como estaba a mi colacao con galletas aquel café con pan del día anterior , me parecía una manera innecesaria de complicarse la vida, bueno hasta el momento yo no sabía que era aquello de la fresca, pero me quedo claro de una manera indeleble porque hacia un frio, que ni en Chinchilla del Monte Aragón conocen. Los restos orgánicos que se asomaban intrépidos por la nariz, (¡Mocos vaya !), había que retirarlos con alicates, del frio que hacía, el caso es que después de traquetear un poco por caminos sin asfaltar ni nada llegamos a lo que debería ser un "parque rural", pensé entonces por que más adelante supe que era un "olivar", y va el señor Luis y saca varios sacos de no se sabe dónde y me dice aceitunas. . . saco, saco. . .aceitunas(como si los estuviera presentando), y entonces fue cuando me acordé de mi padre, y del padre de mi padre, y del padre del padre de mi padre.

Luego de coger aceitunas del suelo, dicho sea de paso en contra de la educación que me dieron porque a mí me dijeron siempre que las cosas del suelo no se cogen, salvo claro está, las aceitunas, y los billetes, con un frio que no recuerdo haber vuelto a pasar en la vida, nos volvimos al paraíso, perdón ciudad. Con aquellas aceitunas que mi padre se empeñó en "guisar", que no era otra cosa que tenerlas en agua con hojitas de laurel y habiéndolas rajado con un artilugio que se hizo, por cierto le salieron fatal, donde estén las aceitunas negras la española que se quiten estas, sin envasar ni nada y cada una de un color diferente, pena me da, ¡oiga!.

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