martes, 6 de mayo de 2008

A LA CAZA

A la caza.

--¡Demonios que calor¡ --después de articular la ultima silaba lor me di cuenta que había cometido un error, su mirada reflejaba claramente su pensamiento,
--¡Joder pues vete a veranear a Asturias que vas a estar más fresquito¡-- bien anote en mi mente cosas que no se han de decir calor, calor, calor, bien; anotado.
---¡No, si es que tengo una sed --conseguí articular a modo de disculpa, su voz sonó ahora condescendiente, bien solo un poco condescendiente.
-- Vale vete al bar pero vuelve pronto para la comida--

Hacia calor, joder aun delante del ordenador mi instinto hace que mire a los lados por si hay alguien. Bueno continúo, hacía calor... Joder no lo puedo remediar, bien no hay nadie, por tercera vez hacía calor....Había vuelto con el coche de hacer la compra en el pueblo de al lado Morita, y después de dejar la compra en la mesa camilla y haber tenido la misma conversación de otras veces: --! Vaya¡ te han vuelto a dar las chuletas gordas, parecen los escalones del metro. --¡Ya pero es que aquí las parten, así, aquí esperan a que los borregos sean tiranosaurios--. Con una mirada de desprecio su boca artículo: --¡Hombres¡- Vale mensaje recibido.

Me dirigí con pasos lentos y con disimulo hacia la puerta. --¡Cámbiate que este no es tu pueblo¡, mis pensamientos corrían --¡Claro , es el tuyo, si no íbamos a estar aquí por los ....¡, bien para, para, para,. No lo digas.... prueba superada. Una vez en orden de revista encamine mis pasos a la puerta, una bofetada de calor me volvió a dar en pleno rostro. -- ¡Demonios que ca...¡eso es muchacho, ante todo control de cuerpo y mente.

Andaba despreocupadamente frunciendo el ceño, como si por hacer arrugas con la frente el calor fuera a ser menos dañino, bien algo de visera si que sacas. Camine de forma cansina calculando cuando llegaría a la siguiente sombra que los bajos muros de las casas y corrales proporcionaban a lo largo de la calle. Podían construir más alto, así, habría más sombra. Sonriendo por esta gran idea. Llegue al bar. Subí los dos escalones que daban acceso al bar, este, tenía la puerta, justo en la curva de la calle, pensé en los sustos que algunos parroquianos se habrían llevado al salir precipitadamente con algunos vinos de pitarra por única compañía, y haberse encontrado de frente con algún Fitipaldi (Alonso para los nuevos) trazando curvas en el pueblo, bueno si, pero ¿y el susto del Fitipaldi?

Aparté suavemente la cortina de canutillos y me introduje por un momento en el suave frescor el bar.
--¡Buenos días!-- Dije apoyándome en la barra cubierta de azulejos.
Una gran variedad de movimientos con la cabeza y sonidos que interpreté eran saludos se produjeron en un momento. Pasados unos momentos todo el mundo volvió a sus quehaceres y pensamientos. Una persona detrás de la barra me interpeló con la mirada.
--Una cerveza --
--¿Mahou? No sé qué regla no escrita establece que los de fuera tienen la innata necesidad de esta marca y no otra. Asentí con la cabeza con la resignación del que sabe que las cosas son así y no van a cambiar.
Con rápidos y estudiados movimientos de experimentado cazador, hizo aparecer ante mis ojos una botella de mahou. Entonces si eran bonitas, pequeñas, bajitas, regordetas y con el tamaño justo para sentir toda su fuerza en la mano.
De un trago reduje su contenido a la mitad y entonces, vino a mi cabeza la asociación lógica de ideas "cerveza-pincho, pincho-cerveza", Pero antes de terminar de pensar ya tenía un platito de acero inoxidable alargado y con alcahuetes, cacahuetes o panchitos con cáscara ante mis ojos.
Los contemplé con la decepción que da comprobar que no te ha tocado nada en el cupón. Por mucho que diga la voz de fondo que has hecho una gran labor social.
Decepcionado apuré el resto del botellín y lo aparté pensando en pedir otro cupón, perdón otra cerveza.
Otra botella con el líquido elemento y con hielo adherido a su cuello apareció ante mis ojos. Sonó un nombre y el cazador desapareció, volviendo al momento con un plato transparente de Duralex de los de toda la vida.
Se debió notar en mi rostro lo que estaba pensando--¡Me ha tocado el cupón!--porque al momento aparecieron ante mí, unos torreznillos en otro platito alargado. Cogí un palillo y sin pensarlo dos veces me metí dos trozos.
Había un silencio que se podía cortar, bueno si hubieran repartido cucharas se podría hasta comer.
Algunos tenían una cara de póker que ni Clint Eastwood la habría puesto mejor en El Señor de los Anillos, Debieron pensar ya esta cayó otro pardillo.

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