lunes, 19 de mayo de 2008

REPELUCOS II

Continuo con el relato de algunos episodios de mí vida, que como es normal no tienen ni tuvieron porque pasarme a mí,(¿curioso no?), pero que forman parte de mi visión de cómo veo yo, la relación entre animales, sean o no, humanos, ya quedó claro que siendo yo muy niño acontecieron varios hechos que imprimieron en mi carácter algunas particularidades que hicieron de mi, una persona digamos que "nerviosa" en presencia de animales.

Esta circunstancia ocurrió teniendo yo muy mermadas las capacidades que se adquieren con la edad y es por ello que primaba el sentido de la culpabilidad, y de la injusticia al ser yo acusado de algo incapaz de cometer. Tendría yo dos o tres años, Este año de cumplir dos a tener tres fue de lo más completo casi todos los desencadenantes de mis fobias tuvieron lugar en este periodo. Bien, recuerdo encontrarme en un espacio grande, debía parecerme muy grande, porque yo era muy pequeño o porque realmente era grande, el caso es que era una especie de cobertizo perteneciente a un colegio, al patio de un colegio de un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme (¿Donde habré visto yo esta frase?). Me encontraba solo, no sé porque pero entonces podíamos ir más libres a cualquier sitio, no como ahora que la excesiva protección a los niños les hace más dependientes, aunque considerando que clase de fauna hay ahora, nosotros no teníamos necesidad de protección, bien solo con mis pensamientos, debía de tener pocos porque no los recuerdo, el caso es que se dirigió a mí un muchacho que no debía de tener más allá de nueve o diez años y sin mediar ningún tipo de provocación por mi parte, lo juro por Winie de Pooh me pregunto:
-¡ Eh ! - ¿Has sido tú? - en un tono que no me inspiraba ninguna confianza.
-¿Qué? conteste absorto en las nebulosas de mi pensamiento, ajeno al peligro que se cernía sobre mi
- ¿Has sido tú el que le ha quitado las herraduras a mi gato?- Utilizando un tono aun más violento que el de la pregunta anterior.
- ¡No yo no he hecho nada!, consciente de que el sujeto de la acusación era yo.
- ¡Mira chaval, a mi me han dicho que has sido tú, como le hayas quitado la herraduras a mi gato.....!
- ¡Que no, que yo no he sido! pude balbucear, asomando ya unas lagrimillas consciente de la debilidad de mi defensa, pero si yo no puedo ver a los gatos pensé para mí, pero si me dan miedo, incapaz de razonar que los gatos, de momento no tenían herraduras, (ahora tampoco, hago esta aclaración por si alguno lo desconoce).
El aprendiz de matón, dando unos golpes con el puño izquierdo sobre la palma abierta de su mano derecha insistió: -¡Como hayas sido tú, prepárate!- Ahí fue donde me derrumbé y empecé a llorar amargamente buscando alrededor al colegio de abogados (con uno solo no bastaría) que asumiría mi defensa. En vista del nulo resultado de mi búsqueda, opté por la segunda opción, el plan B, o sea salir pitando de allí, y corrí.... y corrí hasta hallarme en los brazos amorosos de mi hermana, que aduras penas pudo explicarme entre los ruidosos llantos y gimoteos, que aquel bobalicón era amigo suyo y que no tenia gato y que los gatos no habían usado ni usarían herraduras,....al menos de momento. Juré en aquel momento que nunca volvería a pasar hambre (esto es de lo que el viento se llevó). Juré en aquel momento que nunca tocaría un gato, y ahí estamos a pesar de mi corta edad puedo jurar que a día de hoy sigo cumpliendo aquel juramento.

3 comentarios:

  1. ¡Vaya por Dios! ¡Cualquiera te regala un gato!
    Yo pa mí que lgún día te dieron gato por liebre, y ahí comenzó un embarazo que culminó en un alumbramiento con rosados mofletitos que luego bautizaste Fobia. Y puede que hasta fuera desde ese día que te aficionaste a ese cordero que no quieres compartir con nadie, jeje.

    Y ante esa tesitura vale más que reces para que tu Ferrari Testa Rosa, herrado (con "h"), con llantas de aleación ligera, no pase por encima de una chincheta, porque me da a mí que tendrías que dejarlo abandonado al alcance de los amigos de lo ajeno. Es que no te imagino contando la experiencia y diciendo que para cambiar la herradura, tuviste que coger el gato con las manos, para luego añadir que gracias a un gato, pudiste llegar puntual a la cita donde te esperaban grandes emociones.

    ¿Y quién sabe?, a lo mejor, y digo solo a lo mejor, a partir de ese día se acaban tus repelucos y comienza una relación de amor a los gatos.
    Mientras tanto, que disfrutes de los corderos en silencio, ¿o era el silencio de los corderos?
    En fin, que te aproveche el corderillo, pero cuidadín cuidadín que a mí me está dando un tufillo a gato, que, ¡ay ay ay!, que va a ser que sí, que aquí hay gato encerrao.jeje.

    Saludicos

    Pedro

    ResponderEliminar
  2. HOLA PEDRO, tu comentario es mas delirante aun, que mis textos y esto es realmente dificil, a un experto como yo en cordero es dificl darle gato por liebre, sobre todo porque no como liebre, pero no puedo descartar esta posibilidad.

    Gracias por tu visita.

    ResponderEliminar
  3. Soy el innombrable, soy tu peor pesadilla, soy quien si puede ha de hacerte pasar hambre.
    Perolo no comerás mis corderos no los comerás sin cante
    Canta Perolo, canta, aunque te artes de cante, pues es de lo que podrás hartarte, ya que de comer mis corderos, anda que no bas. A pasar hambre como no cantes, como dicen que tu cantas y lo haces con mucho arte, canta Perolo canta pues es de lo que as de hartarte, pues de comer mis corderos, nada de nada, si no nos demuestras que al cantar tienes arte.

    Con Cariño PEROLO con mucho cariño y arte.

    Querido PEROLO, bromas a parte, me encantan las cosas de tu Blogger.

    ResponderEliminar