martes, 6 de mayo de 2008

¡CUIDADLOS!


Les hablé una vez de mi abuelo, al que yo quise mucho, pero hoy voy a hablarles de mi abuela, ella era una mujer excepcional, si mi abuelo tenia ciertas "dificultades" para ser querido, mi abuela era tan buena, que su sola presencia bastaba para quererla, era lo contrario que mi abuelo, si él era orgulloso y altivo, ella era dócil y comprensiva, el cabezón y provocador, ella práctica y conciliadora, eran muy diferentes.

Una tarde, ocurrió, nos encontrábamos solas en casa, no sé si cuidándola o cuidándome (yo no la cuidé bien), el caso es que a mí me gustaba jugar a señoritas y mi tía tenia en casa de mi abuela unos bonitos zapatos de tacón rojos, unos tacones largos y tan altos como los aires que yo me daba paseando arriba y abajo simulando ser una modelo de alta costura, el caso es que tanto y tan bien paseé que mi abuela, después de repetirme una y otra vez: --¡Estate quieta hija, que te vas a caer! -- .Estaba muy harta, pero no dejaba de mirarme y de decirme lo bien que lo hacía, moviéndome como si fuera una pelandusca, fumándome un larguísimo lapicero Stadtler del número dos, y echando humo acompañado de perdigones. Me pidió que le prestara los zapatos. . .

Le gustó tanto mi actuación a mi abuela que poniéndose en pie me dijo- - A ver hija déjame a mí un poco los zapatos de tacón, que quiero probar como se anda ---, El caso es que yo con mi corta edad comprendí que aquello comportaba un riesgo más que evidente, pero el hecho de compartir con mi abuela la fascinación por los zapatos de tacón altos y rojos hizo que no reparara en el peligro y me bajara de los zancos infernales, cediéndole el sitio dentro de aquellos artilugios, diseñados para el martirio de pies humanos.

Mi abuela se metió en el papel( y en los zapatos); y antes de darle el bolso (también de mi tía), y el cigarro (mío, el lapicero) se aventuró a la buena de Dios y dio un mal paso, el único que dio la pobrecita, pues había llevado siempre una vida más que correcta, para la forma de pensar de la época que le tocó vivir, un solo paso y perdió la verticalidad, pasando a una horizontalidad absoluta, de inmediato comprendí que aquello no lo había hecho con intenciones jocosas ni con el deseo de hacer más divertido el juego. Allí tirada en el suelo, quejándose amargamente de los dolores de espalda, y de lo que no era la espalda, comprendí que todos somos vulnerables y que mi abuela necesitaba ayuda.

Cuando regresamos a casa después de ver al médico, y aliviados pues la pobre tenia mas herido el orgullo que otra cosa, mi padre nos pidió que nos sentáramos juntas en el sofá, y el cogiendo una silla se puso enfrente de nosotras y con voz muy seria dijo: !Pero madre como hace usted caso de esta boba, que no sabe más que tontear! Levantando la mano sin intención de darme pero con la clara intención de asustarme. Mi abuela le enseñó la palma de la mano y con solo este gesto dominó la mala leche de su hijo y dijo:¡ La niña no tiene la culpa, he sido yo, además deberías de haber visto como corría por su abuela!. Mi padre movió un poco la boca en un gesto que podría parecer una sonrisa y me dio un toque en la cabeza diciendo: ¡Vaya dos! Entonces comprendí orgullosa, que a pesar de todo, ella había cuidado de mí, y yo de ella.

2 comentarios:

  1. Que relato más entrañable el que nos invitas a degustar, de tus buenos relatos hasta el día de la fecha, pienso que este es el más humano, ya que no puede haber relato más grandioso que el que podemos dedicar a nuestros mayores, a quienes desde estas tus paginas (no confundir)quiero rendirles el mas efusivo de mis homenajees, va por todos los abuelos y abuelas del Mundo Mundial, haya sido su comportamiento el que fuere, lo dicho va por todos ellos, un abrazo si...eso AMIGO PEROLOGO.

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  2. Hola José Luis, me alegra que halla alguien que bucee en los relatos menos actuales, pues hay algunos (para mi gusto) que me quedaron muy "redondos" y este en el que te fijaste hoy es uno de ellos...

    Gracias si...eso.

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